The Last of Us Part II, o sobre la ambigüedad moral del arte I - MilMesetas

Desde el día de su lanzamiento, The Last of Us Part II (2020)¸ la obra exclusiva para el PlayStation 4 desarrollada por Naughty Dog y distribuida por Sony Interactive Entertainment, ha sido un videojuego sumamente controversial. Los medios especializados, casi de forma unánime, calificaron al juego como una obra maestra dentro de los géneros de la acción, la aventura y el horror en tercera persona. Mientras tanto, la opinión pública estuvo dividida entre quienes amaron el juego y quienes en definitiva lo odiaron.

Vista de Seattle (The Last of Us Part II, 2020)

A más de un año de su salida al mercado, aún encontramos personas que comentan que The Last of Us Part II es basura por menospreciar lo hecho en la primera parte de la franquicia y por retratar una supuesta historia de social justice warriors engarzada por temas de lesbianismo y transexualidad —temas muy delicados en una comunidad gamer repleta de misóginos y transfóbicos—. Otras personas, ciertamente más sesudas que las intolerantes, argumentaron que el guion de la historia del juego carecía de congruencia, tesis bastante dudosa como revisaremos en esta serie de textos.

Precisamente, mi intención en esta serie de columnas será contestar todos esos argumentos con buenas razones basadas en el análisis de los personajes y de la historia narrada en The Last of Us Part II. Este examen no pude llevarlo a cabo anteriormente porque carecía del aparato categorial para hacerlo. Por ello, previamente escribí sobre la compleja relación entre el arte y la moral de acuerdo con lo que dice Pau Luque en su ensayo Las cosas como son y otras fantasías. La utilidad de mi colaboración en MilMesetas radica en que sirve para introducir —tanto al lector como a mí— al intrincado tema de la maldad en el arte. No sólo me refiero a la maldad en el sentido de lo atroz y lo deleznable, sino que también a lo moralmente ambiguo, lo que, por definición, nos hace levantar cuestiones acerca de nuestra vida moral que no tienen una respuesta definitiva. Justamente, juzgo que The Last of Us Part II es una obra moralmente ambigua que nos interroga sobre nuestras conductas y acciones, así como también nos pregunta acerca de quienes somos y seremos.

Los fantasmas de Joel (The Last of Us Part II, 2020)

El arte y las virtudes imperfectas

¿Por qué razón los fanáticos estallaron contra The Last of Us Part II pese a ser un videojuego superior en todo sentido con respecto a su antecesor? La historia que narra y su complejidad, la construcción de los personajes, diseño de arte, el apartado técnico —actuaciones de voz, gráficos, sonido, etc.— y el gameplay son en todo sentido sobresalientes. Pienso que la respuesta a esa pregunta radica en la sencilla razón de que es la obra que necesitaban los jugadores, no la que ellos querían ni la que deseaban.

Joel confesándose con Ellie (The Last of Us Part II, 2020)

Pau Luque afirma que hay obras de arte —incluyendo en el arte a los videojuegos, desde luego— que no nos proporcionan directa y explícitamente bienestar moral. Hay arte que incomoda, que se dirige a nosotros y nos pregunta sobre las decisiones que hemos tomado en nuestras vidas. Ese arte nos acuchilla por la espalda y nos obliga a sentir miedo, ira, dolor y desprecio. No convoca a exorcizar demonios, sino, en cambio, a encararlos frente a frente. Citemos ahora a Luque para ilustrar lo escrito:

Y lo que en multitud de ocasiones uno necesita es que lo convoquen a una tormenta, que lo obliguen a reconsiderar lo que daba por descontado, que lo fuercen a sentirse incómodo, que lo constriñan, sí, a repudiar sus sentimientos más primitivos y a abrazar sentimientos más complejos y contradictorios haciendo que imaginemos los puntos de vista de personajes siniestros, crueles o peligrosamente apáticos.

(Luque, 2020, introducción)

El arte no necesariamente tiene que ser un discurso sobre las llamadas virtudes perfectas, como la justicia, la templanza y la sabiduría. Las lecciones morales no se imparten adoctrinando con buenas costumbres y valores para la población, sobre todo refiriéndonos a las juventudes. La moral no es una carretera ordenada y unidireccional, sino una vialidad caótica, llena de baches, con tráfico, bidireccional y por supuesto con muchos conductores nobles y otros cuantos más que son unos auténticos cabrones. Por supuesto, en todas las artes hay cabida para las virtudes imperfectas, como el amor, la compasión, el miedo, la generosidad, el odio, la nobleza y la lealtad. La imperfección nos permite comprender una dimensión de la moralidad distinta, en la que no hay reglas ni cánones determinados. En las virtudes imperfectas, frente a las perfectas, no hay respuestas definitivas, sino que toda acción derivada de ellas es altamente problemática. Leamos de nueva cuenta a Luque para entender la cuestión:

El universo de lo moral no se agota en la aprobación o desaprobación de la obra de arte ni en la determinación de si la obra hace justicia o si, por el contrario, festeja o disculpa alguna forma de injusticia. En el reino de la moral no hay lugar solo para las virtudes perfectas, como la justicia, sino también para las imperfectas, como la compasión, la nobleza, la lealtad, la generosidad y también la comprensión. Una obra de arte narrativa puede ser moralista sin ser doctrinaria, podemos aprender de ella aunque ella no pretenda enseñarnos nada, puede afirmar que algo es valioso sin prescribirlo moralmente y puede ensalzar a las personas virtuosas sin ser puritana.

(Luque, 2020, introducción)

Recordando a Friedrich Nietzsche, las virtudes imperfectas nos permiten contemplar el abismo y mirarnos a nosotros mismos en su inmensidad. La moral es compleja y plural. No solo cuenta con claros y oscuros, sino con una infinita cantidad de matices distintos. Específicamente, la imperfección alumbra los terrenos de la ambigüedad moral, entendiendo a esta última como una forma de tensión cuya resolución no es definitiva, sino que abre las posibilidades de elegir entre muchas alternativas, todas igual de válidas y cuestionables. Lo ambiguo nace en el hecho de que las acciones de nuestro arbitrio pueden ser evaluadas desde muchos puntos de vista distintos y que ninguno podrá absolverlas ni condenarlas definitivamente.

Joel caminando por la calle (The Last of Us Part II, 2020)

Desde mi perspectiva, The Last of Us Part II es una obra ambigua, que invita al jugador a reflexionar sobre las decisiones que han tomado los personajes. Se encuentra atravesada por dos virtudes imperfectas: el amor y el odio. Todos los hechos que narra el videojuego se desprenden y se explican por ambas virtudes que, en este caso específico, son representadas como dos caras distintas de una misma moneda: los actos más viles que puede cometer la raza humana. Por esa razón esta obra no puede ser del gusto de todos; no por su inherente complejidad, sino que nos invita a pensar acerca de las determinaciones que tomaríamos en caso de estar en las mismas situaciones. Y, sobre todo, este videojuego no toma partido por ninguna de las elecciones, es decir, no juzga ni condena a los personajes ni a los jugadores. Todo lo contrario: invita a explorar las consecuencias de las acciones elegidas y a asumir la responsabilidad de ellas.

If I ever were to lose you, I’d surely lose myself

The Last of Us Part II comienza emotivamente con una conversación entre Joel y Ellie, en donde él le regala a su protegida de 14 años una guitarra para que pudiera aprender a tocar este instrumento. Fue una promesa que Joel le hizo a Ellie durante la primera entrega de la franquicia. Ella se muestra distante al principio por los acontecimientos recientes. No queda claro cómo es que misteriosamente Las Luciérnagas, un grupo que pretendía instaurar un nuevo orden social tras la pandemia de la infección cerebral Cordyceps —un hongo ascomiceto de carácter parasitoide que se apodere de un huésped vivo, quitándole su función cerebral superior e impidiéndole la capacidad de razonar—, habían abandonado el proyecto de crear una vacuna contra esa enfermedad a partir de la inmunidad presentada por Ellie. Incluso, es confusa la supuesta desaparición de las Luciérnagas después de que Joel y Ellie abandonaran su recinto central en el Salt Lake City’s Hospital.

Joel cabalgando en el atardecer (The Last of Us Part II, 2020)

Minutos antes de la conversación con Ellie, Joel estaba con su hermano Tommy buscando la guitarra por obsequiar. Joel confiesa lo sucedido aquella noche en Salt Lake. Después de que los médicos confirmaran que Ellie no sobreviviría a la lobotomía a la que sería sometida para obtener una muestra de su gen inmune, Joel impidió que ese procedimiento se llevara a cabo. Por supuesto, Las Luciérnagas le hicieron frente; el futuro de la humanidad estaba en juego y la vida de una niña de 14 años no era comparable con la supervivencia de los seres humanos. No obstante, esa noche Joel asesinó a sangre fría a todas y cada una de Las Luciérnagas; no perdonó a nadie, ni siquiera a los médicos de la corporación.

La sangre que se derramó aquella noche en el hospital es testimonio del amor que Joel le profesaba a Ellie. Ambos entablaron una relación padre-hija memorable. Durante el conocido Outbreak Day en el 2013 (el día en el que se desató la pandemia del Cordyceps), Joel perdió a su hija a manos de un soldado que impedía a las personas huir de los límites de la zona de cuarentena. Ellie creció en un orfanato tras la muerte postparto de su madre en el 2019. Tanto Ellie como Joel creyeron por años que no encontrarían un vinculo de afecto, lealtad y cuidado como el que ahora los unía. Sobre todo, Joel no estaba dispuesto a que le arrebataran a una hija de nueva cuenta. De modo que su decisión estaba tomada: colocar una bala en el entrecejo de cada uno de los miembros de Las Luciérnagas y sepultar consigo el futuro de toda la humanidad.

Joel abrazando a Ellie (The Last of Us Part II, 2020)

Joel creía y tenía fe en un futuro con Ellie. Cuando todo acabara, sin importar si Las Luciérnagas obtenían una cura, él le enseñaría a ella a nadar, a tocar la guitarra y verían películas antiguas juntos. Joel le debía todo eso a Ellie porque ella lo rescató de una vida sin motivación y llena de fantasmas. El corazón de Joel se había roto después de que le arrebataran a su hija. Con el tiempo, se convirtió en un despreciable contrabandista incapaz de sentir empatía por los demás. Su objetivo simplemente era sobrevivir. Su hija se convirtió en un fantasma, un recuerdo agobiante de un gran fracaso.

Joel y Ellie (The Last of Us Part II, 2020)

Ellie significó para Joel una luz en un mundo desolador y sin futuro. Oírla contar chistes malos de un libro, protegerla de todos los depredadores y enseñarle todo lo que él sabía significaron un halo luminoso en su corazón. Incluso, pese a todas las adversidades posibles, lo más importante para Joel era darle una oportunidad de vivir a Ellie: de aprender, de reír, de formar lazos y de ser feliz. Justamente, el título de The Last of Us, desde mi punto de vista, retrata la importancia de crear lazos afectivos en una realidad apremiante y agobiante. Los actos de Joel son la muestra que el amor es dar vida, la disposición del amante para asegurarse de que el amado tenga una vida digna.

Tal es el sentido de Future Days (2013), canción original del grupo Pearl Jam que Joel entonó frente a Ellie cuando le regaló la guitarra. Joel era un ser perdido que encontró su camino en una niña que lo necesitaba. Gracias a Ellie, él tuvo oportunidad de resarcir sus errores para crear un futuro para ella, un futuro donde ella pudiera ser libre y construir su proyecto de vida.

If I ever were to lose you
I’d surely lose myself
Everything I have found dear
I’ve not found by myself
Try and sometimes you’ll succeed
To make this man of me
All my stolen missing parts
I’ve no need for anymore
I believe

And I believe ’cause I can see
Our future days
Days of you and me

(Future Days, Pearl Jam, 2013)

A costo del futuro de la humanidad, Joel le obsequió a Ellie un futuro para ella. Los crímenes que Joel cometió fueron la encarnación del amor más puro que un padre puede tener por su hija. Sacrificar el destino de toda la raza humana no es equiparable de ningún modo a la oportunidad de ver crecer a un ser amado. El verdugo más despreciable es al mismo tiempo el mejor padre que jamás ha existido. Un auténtico hijo de puta también puede ser una buena persona. Para Joel, una vida bien vivida tiene más valor que millones sin amor. El amor, en tanto da vida, es el catalizador más agresivo para la muerte. El amor es vida y muerte, es la sangre que se derrama en los pasillos y la que corre por nuestras venas.

Joel interpretando Future Days (The Last of Us Part II)

Sin embargo, las atrocidades nunca quedan impunes, incluso en un mundo sin justicia. Una noche en el año 2038, cinco años después de aquella masacre el hospital de Salt Lake City, los fantasmas por fin alcanzaron a Joel. Después de reformar su vida y convertirse en un padre amoroso, Joel fue asesinado por un grupo de guerrilleros comandados por Abby, la hija del cirujano a cargo de la operación de Ellie para obtener una cura para el Cordyceps. Su muerte no fue lenta, no hubo una bala que acabara con todo. Una bala de escopeta atravesó su pierna mientras que Abby, con un palo de golf, atravesaba su cráneo lentamente. Liquidado a sangre fía en consecuencia de su pasado.

Joel siendo sometido por los Lobos (The Last of Us Part II)

A pesar de la tortura a la que fue sometido, Joel jamás se arrepintió de sus actos. La noche antes de morir le confesó a Ellie: “If I had a second chance at that moment, I would do it all over again” (Joel, 2020). Los asesinatos que cometió por Ellie aquella noche le dieron la oportunidad de amar una vez más, de volver a ser padre y de remendar sus errores del pasado. No había remordimientos en su conciencia, ya que Joel se redimió gracias a Ellie. Los actos de redención son las profundas muestras de afectos a los seres amados, aunque su raíz sea la muerte de otras personas.

Joel conversando con Ellie una noche antes de su muerte (The Last of Us Part II, 2020)

Joel murió íntegramente, sabiendo que había cumplido con su promesa: darle una vida a Ellie. Ambos vivieron durante cinco años un sueño hecho realidad. Se tuvieron el uno al otro en un mundo desolador. Para Joel, valió la pena asesinar a toda esa gente, pues de ese modo pudo cumplir con todas las promesas que le hizo a Ellie. Le fue posible estar para ella, aunque fuera demasiado bueno para ser cierto.

All the promises at sundown
I’ve meant them like the rest
All the demons used to come ’round
I’m grateful now they’ve left.
So persistent in my ways
Hey angel, I am here to stay
No resistance, no alarms
Please, this is just too good to be gone.
(Future Days, Pearl Jam, 2013)

El mayor hijo de puta que ha existido, el mejor padre sobre la faz de la Tierra (The Last of Us, 2020)

Joel es un personaje que encarna las contradicciones inherentes al amor, aquella virtud imperfecta que nos hace vivir y matar por ella. Sin arrepentimientos, vivió y entregó un amor descomunal a su hija. Joel es la prueba de que asesinar puede ser el acto más bello y con las consecuencias más afortunadas. Fueron actos morales que carecen de resolución definitiva. Ni absolución ni condena.

En las próximas entregas me encargaré de los otros personajes fundamentales en The Last of Us Part II: Ellie y Abby, quienes encarnan las virtudes imperfectas del odio y el amor. Ellas resultan objetos de estudio fascinantes para mostrar las contradicciones de la moral humana.

Bibliografía

Luque, Pau. (2020). Las cosas como son y otras fantasíasMoral, imaginación y arte narrativo. Anagrama: Barcelona.

Pearl Jam. (2013). Future Days, en Lightning Bolt. Monkeywrench, Inc.

The Last Of Us Part II. Naughty Dog y Sony Interactive Entertainment.

Advertencia: Todas las imágenes in-game que aparecen en este artículo fueron capturadas desde la Playstation 4 Slim del autor. La propiedad intelectual de The Last of Us Part II™ corresponde a Naughty Dog© y a Sony Interactive Entertainment©.

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