(…) cuando te conviertes en el usuario de un sistema, te vuelves inevitablemente parte del mismo. La distinción entre la mano y el objeto que sostiene, que era un elemento esencial del pensamiento del siglo XIII, desaparece. Pensar el mundo, ya no en términos de causalidad, sino en análisis de sistemas, nos ha traído a una nueva era, a la que no podríamos haber llegado sino hubiéramos salido la era de las herramientas.
Ivan Illich, Los ríos al norte del futuro.
Cabría entender lo digital, a la vez, como un ámbito discursivo (la digitalidad o cultura digital) y como una mediación tecnológica basada en la información. Estos dos aspectos, sin embargo son relativos a la informatización del mundo. De François Lyotard (2000) a Byung Chul-Han (2021), este fenómeno ha sido un eje determinante para la comprensión de las condiciones de interconexión global; pero ¿en qué consiste la informatización del mundo? Consiste en convertir en datos los registros directos del mundo; esto es, que las imágenes, documentos, cálculos, acciones, objetos, relaciones, lugares, posiciones, conocimientos, etc. sean traducidos a cifras reconocibles por una computadora.
En su origen, computar quería decir calcular, contar. Los números, símbolos o letras que una computadora opera (calcula) primero son convertidos a código binario, es decir a una secuencia numérica de ceros y unos que la computadora admite como una entrada de información: bits. “Un bit es un 1 o un 0. El significado del 1 o el 0 es una cuestión aparte. En los albores de la informática, una cadena de bits representaba por lo general información numérica” (Negroponte, N. 1995). Los bits son la unidad mínima de información, el lenguaje computacional mediante el que la máquina cifra, almacena y opera los registros del mundo.
Así, por ejemplo, el número 4 se traduce en una breve cadena de ceros y unos: 100. Esta cifra binaria es entonces reconocida por la máquina. Decimos que los números y letras han sido digitalizados cuando son computables, es decir, cuando se encuentran cifrados, almacenados y dispuestos en la computadora, de manera que es posible interactuar con ellos presionando una simple tecla (o la pantalla) con el dedo. De ahí que la palabra digital otorgue primacía al uso cotidiano de los dedos por encima del proceso de cifrado. El nombre digital pone el énfasis en la relación del usuario con la máquina y el producto de esta interacción es la información.
Como simples entradas (o inputs), las cifras almacenadas en la computadora son datos, registros digitalizados del mundo; pero cuando estos datos se ordenan y procesan de acuerdo con los comandos, programas e interacciones operados por un usuario, se convierten en información. Es por ello que el número 4, en binario 100, puede ser usado por la computadora para determinar una coordenada, un tiempo, un patrón, una nota musical o una cantidad y, en cada caso, hace las veces de una posición, un color, un sonido o una ruta y, por tanto, el significado que tiene pasa a un segundo plano.
En efecto, los ordenadores procesan los datos, les dan forma: son máquinas informáticas que constituyen una mediación tecnológica con lo digital. La información se distingue de los datos porque adquiere una extensión (una forma: gráfica, de texto, audio, video, imagen) para archivarse y ser operada, que a su vez determina la salida y el formato multimedia en que el usuario puede interactuar con ella (monitor, reproductor de audio, video, consola de video juegos etc). El conjunto de informaciones produce sistemas de información.
La sociedad de la información es un tipo de organización colectiva en la que participan gobiernos, empresas, agrupaciones, redes, inteligencias artificiales e individuos (usuarios) y su principio organizador son los registros digitalizados y sistematizados (información) por ordenadores (Tecnologías de la Información y Comunicación TICs). En ella, los sistemas de información y las TICs gestionan la participación de los usuarios, el acceso o la exclusión a las comodidades que esta sociedad ofrece, así como las regulaciones, el control y los riesgos a los que se someten los usuarios cuando interactúan entre sí.
Por su uso extendido y cotidiano, el concepto digital obvia el proceso de informatización del mundo para referirse a toda interacción basada en datos y, por extensión, a la mediación tecnológica que implica el manejo de esos datos. Tales interacciones pueden comprender objetos y procesos no tangibles (renders, libros, maquetas); interfaces de los dispositivos tecnológicos (sea de automóviles, electrodomésticos, edificios); espacios no físicos que funcionan mediante el tráfico de datos (sitios web, apps, redes sociales, videojuegos y sus universos); o bien, experiencias sensoriales intervenidas por información (realidad aumentada, virtual).
Por su parte, la digitalidad (o digitalismo) designa la cultura digital, es decir, las condiciones y experiencias que implica habitarla (Ibid). La digitalidad constituye el espacio de enunciación donde lo digital se conjuga con la realidad social, y con la contigua reflexión de las interacciones digitales, en ese sentido constituye un ámbito discursivo específico y, en él, son enunciados los efectos, problemas, contribuciones y consecuencias que lo digital supone a nivel global desde la informalidad del cotilleo hasta la especializadad teórica.

Como se observa, la digitalidad y lo digital son conceptos paralelos pero no designan lo mismo. Uno distingue un ámbito discursivo y el otro una mediación tecnológica basada en la información. Ninguno de ellos se agota o subordina a la informática, aun cuando guardan cierta relación con ella, pues en ambos conceptos se mantiene presente, de manera subrepticia, el proceso de informatización del mundo, que es la condición de posibilidad de la interacción inmediata, práctica y cotidiana con la información.
En este sentido, resulta atinado el énfasis que el V Coloquio internacional: arte, espacio y pensamiento, organizado por esta revista (Mil Mesetas) y otras instituciones como el posgrado de la UNAM, el Seminario de Pensamiento Español y la Asociación Intedisciplinaria para el Estudio de la Historia de México han planteado para la discusión académica, dando lugar a distintas voces entorno a este fenómeno. La delimitación del debate a lo digital y la digitalidad, evita la tentación de abordar conceptos más elusivos como la virtualidad y lo virtual, cercanos a lo digital pero epistemológicamente distintos, puesto que pueden resultar demasiado opacos.
Agradezco, en fin, a los organizadores por invitarme a participar y por dar lugar a la discusión entre pares. Publico ahora una versión extendida del texto preparado para la moderación de la mesa 3: Nuevas estéticas y ontologías de lo digital I.
Cuauhtémoc Camilo D.
Referencias
Chul-Han, Byung. No-cosas, trad. Joaquín Chamorro Miekel, Taurus, Madrid, 2021.
Illich, Ivan. Los ríos al norte del futuro, trad. Jean Robert y otros, Alios Ventos Ediciones, México, 2019.
Lyotard, François. La condición posmoderna. Informe sobre el saber, trad. Mariano Antolín Rato, Cátedra, Madrid, 2000.
Negroponte, Nicholas. Ser digital, trad. Marisa Abdala, Baiden, Ediciones B, Barcelona, 1995.
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