Originario de la comunidad p’urhépecha de Santo Tomás, en la Cañada de los Once Pueblos en Michoacán, Héctor Álvarez es —además de profesor de educación indígena, miembro importante del consejo comunal y participante activo de la ronda comunal— un artista que descubrió su amor por el arte a la temprana edad de seis años, mientras observaba a su madre elaborar ollitas de barro a las que decoraba con hermosos pájaros, flores y grecas dibujados a pulso.
Algunas comunidades de la Cañada de los Once Pueblos, como Santo Tomás, Huáncito e Ichán, se han dedicado por años a la elaboración de artesanías de barro, destacándose los cántaros que eran utilizados para recoger agua del río Duero.
“Me acuerdo cuando a veces mi mamá estaba pintando y yo me acercaba. A veces hay piezas que se quiebran por exceso del calor y mi mamá me daba una brocha, pero hasta ahora comprendí bien la técnica, porque yo de niño nunca pude hacer una flor bonita, un pájaro bonito, una greca bonita. Comprendí que la técnica no estaba en el pulso, sino en la otra mano con la que mi mamá y mi abuela sostenían el cántaro” (E2).
Con el tiempo, Héctor pasó de la decoración de alfarería a experimentar en otros materiales. Probó los aerosoles y el acrílico, pero fue el óleo con el que sintió que estaba en su elemento. Héctor no sólo cambió de material, también ha tenido que definir su propio estilo y su técnica, lo que le ha llevado a voltear a ver sus raíces culturales, aquello que le da identidad. Así, ha optado por transmitir un mensaje con su creación artística o, mejor dicho, revitalizar y rehabilitar los valores p’urhépecha, como la Kaxumbikua y la Jarhoajperakua[i].
“[…] decir que estamos vivos, que la raza p’urhépecha sigue vigente, estamos en resistencia y vamos a seguir en resistencia. Este es un ejemplo de cómo una empresa trasnacional nos vino a invadir pero aún así alzamos la voz y la echamos afuera y esperamos que sea un ejemplo para las generaciones venideras; que no nos quedemos callados, no nos dejemos manipular por el dinero, porque el dinero al final de cuentas no está en nuestra cultura. Nuestra cultura se basa en otras cosas, en la ideología, en la cosmovisión, en todos esos valores que no tienen precio. Desafortunadamente, nos han venido cambiando la idea y nos quieren hacer creer que el dinero nos hace ser personas y eso no es así, para ser personas se ocupan otras cosas: la lucha, ser hermanos, ser hermanos p’urhépechas, la Kaxumbikua, la Jarhoajperakua, que son meramente p’urhépechas” (E1).
Es así que, en uno de sus trabajos, ubicado en los portales de la jefatura de tenencia de la comunidad de Carapan, puede apreciarse una reproducción del lienzo de Carapan —cuyo original se encuentra en La Relación de Michoacán de Jerónimo de Alcalá— en el que se retrata la genealogía de los señores de Pazquaro, Cuyacan y Michuacan.

Recientemente, su comunidad atravesó por un conflicto con una empresa agrícola trasnacional productora de berries, misma que, bajo un leonino contrato de arrendamiento de terrenos comunales, causó diversas afectaciones durante la producción industrial de frutillas para exportación a países como Estados Unidos, Canadá y Japón.
Además, el monocultivo de berries —precedido por el acaparamiento de terrenos comunales por parte de algunos comuneros— dio paso al abandono gradual de la agricultura maicera, lo que, a la postre, significó una transformación de las prácticas comunales que permitían la cohesión social y el fortalecimiento del tejido social comunitario.
Al igual que ha pasado en las luchas de otras comunidades —como en Santa Fe de la Laguna en la década de los setentas, en Cherán en 2011 o la lucha emprendida por la comunidad de Arantepacua desde 2017—, comuneros y comuneras de Santo Tomás han rehabilitado algunos elementos de la identidad étnica p’urhépecha como banderas y símbolos de lucha y elementos de cohesión contra el despojo capitalista del territorio ancestral, de las tradiciones y costumbres, de la organización política y de las prácticas comunales. Recientemente han rehabilitado la ronda comunal como una práctica de autoprotección constante que corresponde a una herencia ancestral.

A la ronda acuden hombres y mujeres para protegerse —aunque más valiera decir autoprotegerse— de las agresiones y amenazas externas que representan la inseguridad, el robo y la venta al menudeo de drogas por parte de personas ajenas a la comunidad. Santo Tomás es la única comunidad de la Cañada de los Once Pueblos que mantiene activa su ronda comunal, lo cual no es para menos, desde hace tiempo la región está sometida a una cruda ola de violencia en contra de las comunidades. En 2020, en menos de cuatro meses, fueron asesinados los jefes de tenencia de las comunidades de Tanaquillo e Ichán.
Aunque las amenazas que atentan contra la existencia de la comunidad son también de un origen estructural y tienen como objetivo la destrucción de la tenencia comunal de la tierra para dar paso a la tenencia individual.

Si bien en Santo Tomás la tenencia de la tierra es de carácter comunal, el hecho de que en 2011 se certificaran los terrenos comunales para algunos comuneros significó que ya podían disponer libremente de ellos (Ventura, 2019), por lo que iniciaron un contrato de arrendamiento con la empresa Agrícola Superior de Jacona.
Sin embargo, Santo Tomás ha dado un gran ejemplo al expulsar de sus terrenos comunales a la trasnacional. Pese a ello, la lucha está lejos de terminar debido a que el asedio de las agroempresas continúa. Por lo anterior, el uso del arte como medio e instrumento de lucha es imprescindible para Héctor.
En su creación artística, Héctor también considera importante fortalecer la memoria colectiva de las luchas de las distintas comunidades que integran el pueblo p’urhépecha, recuperando a los personajes que han liderado la resistencia. Ejemplos de esto son Juan Chávez, comunero y símbolo de la resistencia de la comunidad de Nurío; Elpidio Domínguez, comunero y líder de la lucha de la comunidad de Santa Fe de la Laguna; Jacinto Rita, músico compositor de pirekuas; o Gabino Madrigal Tiamur, uno de los fundadores de la comunidad, quien aún conservaba uno de los últimos apellidos originarios de la comunidad.
Para Héctor Álvarez, la tenencia comunal de la tierra es un elemento importante de la identidad y cosmovisión p’urhépecha dentro de la cual los seres humanos somos uno con la naturaleza, de manera que defender a la Madre Tierra (Nana Echeri), es defender la vida misma. Por ello, Héctor ha tomado como temas principales de su estilo artístico símbolos como la Nana Echeri, la agricultura maicera, las distintas luchas que ha enfrentado el pueblo p’urhépecha, p’urhépechas ilustres y el origen de su comunidad.
Bibliografía
Ventura, C. (2019). Tierras comunales, regulación agraria y el costumbre en La Cañada de los Once Pueblos en Michoacán a principios del siglo XXI. LiminaR, 67-84.
Entrevistas.
E1. Entrevista realizada a Héctor Álvarez el 16 de junio de 2019, en la comunidad de Santo Tomás.
E2. Entrevista realizada a Héctor Álvarez el 19 de noviembre de 2020, en la comunidad de Santo Tomás.
[i] En la cultura p´urhépecha tienen una gran importancia la Kaxumbikua y la Jarhoajperakua, considerados como dos valores importantes dentro de la vida cotidiana de las comunidades. En tanto la Kaxumbikua refiere al “ser honorable” en la vida comunal, es decir, comportarse conforme a la costumbre, la Jarhoajperakua, remite a la ayuda mutua entre los integrantes de la comunidad. Ambos valores, son importantes para mantener la vida comunitaria.
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