A principios de la primavera de 2023, me fue posible entrevistar al escritor y editor Alejandro del Castillo Garza, gracias a la intercesión de mi amigo Tadeus Argüello. Nos conocimos en la cafebrería Pessoa, ubicada en la calle Hidalgo #183, en Querétaro. Desde esa ocasión, le adelanté mi proyecto de cartografía testimonial de la producción editorial queretana. Se interesó en participar y amablemente accedió a un ciberencuentro. Platicamos durante un rato sobre su trayectoria y su percepción del submundo editorial en Querétaro, México y Australia.
Alejandro del Castillo Garza nació en 1987 en la Ciudad de México. Es licenciado en Estudios Literarios por la Universidad Autónoma de Querétaro, maestro en Gestión Ejecutiva del Arte por la Universidad de Melbourne, y actualmente estudia el doctorado en Escritura Creativa en la Universidad de Houston. Es fundador del sello editorial independiente Revarena (www.revarena.com). En 2019, recibió el Premio Internacional de Novela Breve Rosario Castellanos por su obra Irineo (Cuadrivio-CONECULTA Chiapas, 2020). También es autor del libro de poesía Residencia Permanente (Eólica Grupo Editorial-FEQ, 2022).
1. Yo conocí la labor de Revarena cuando estaba estudiando en la UAQ, no sabía quiénes eran las personas que estaban detrás, pero conociendo tu labor ya veo quién ha estado ahí motivando esos quehaceres. Dime, Alejandro, para comenzar, ¿qué fue lo que te motivó a trabajar en la labor editorial?
Lo que me acercó a la edición fue una motivación más bien personal, esa pulsión de querer compartir un libro o una película que nos ha cimbrado. Eso es la labor editorial, hacer posible la compartición de experiencias humanas en forma de libros.
Además, siempre me atrajo pensar en las distintas formas materiales que puede tomar un texto. Es decir, el objeto que llamamos libro es a la vez reflejo, portador y guía de su contenido. Y la edición se encarga de equilibrar estas dimensiones para facilitar la relación entre el texto y su lector. De esto me di cuenta al terminar la carrera en Estudios Literarios, al darme cuenta de que por años había estado leyendo y analizando muchas partes al interior y al exterior de los libros: sus estilos de escritura, sus corrientes literarias, su impacto social, etcétera. Pero nada más. Y me sorprendió saberme tan alejado de entender cómo estos libros habían llegado a mis manos, en tal o cual forma, tamaño y fuente.
Se me reveló la existencia de este hueco en el diseño curricular de las carreras en letras: el mundo de la edición, el cual se alineaba con aquel primer impulso de compartir una buena historia. Así que me decidí a explorarlo.
2. Alejandro, ¿cómo te gustaría definir la palabra “editor” en un contexto como el mexicano donde hay ciertos niveles de analfabetismo? ¿Cuál es tu definición de batalla para cuando te presentas como editor?
Qué buena pregunta. El contexto siempre es importante y, como bien dices, en México existen niveles de analfabetismo, más un problema de accesibilidad a las formas de conocimiento o entretenimiento. En este sentido, desafortunadamente, eso que llaman literatura es una de las expresiones artísticas más exclusivas. Por ejemplo: para disfrutar de una melodía, una pintura o una función de danza, no se necesita ningún conocimiento previo. Nuestros sentidos son expuestos a la obra de arte y eso puede ser suficiente para que ocurra un diálogo, o lo que llaman una experiencia estética. En la escritura no. En la escritura se necesita del conocimiento previo del idioma, no solo de forma oral sino también a nivel simbólico.
Además, ser editor conlleva la responsabilidad de ser conscientes de que todo trabajo de edición, en algún punto, estará sujeto a los gustos y sesgos propios. Por eso me gusta decir que, antes de ser editor, soy persona. Soy una persona que conecta con lo que escriben otras personas, a quienes otros llaman autores o autoras. Y mi oficio es expandir esta conexión, es decir, hacer que el texto llegue a sus lectores. Porque escribir y leer no es más que mantener una conversación atemporal.
Editar es sentir un texto, entender hacia dónde va, qué es lo que busca transmitir y por qué. Confiar en un texto es sumarse al viaje de quien lo escribió. Editar es ayudar a trazar la ruta para que continue su trayecto, la mayoría de las veces ya en forma de libro.
Tras esta conexión humana, después de esta relación personal que para mí es editar, viene lo segundo. Las partes técnicas. El estilo de edición, las herramientas, las preferencias de género, de lenguaje, la personalidad de cada sello editorial, etcétera. Y pautar el ejercicio editorial por la experiencia personal no significa falta de profesionalismo, por el contrario, el oficio se humaniza integralmente. Y cuando se trabaja en un libro desde la motivación humana, se es más consciente de sus implicaciones. Se piensa ya no solo en el impacto y alcance, sino también en quiénes no tendrán acceso. Pensar en esto es lo importante.
3. Alejandro, ¿cuál es el origen de Ediciones Revarena?
Empezamos como una revista de poesía y fotografía. Yo iba en quinto semestre de la licenciatura en Estudios Literarios en la UAQ, y el Dr. Marco Ángel Lara, que todavía es profesor ahí, nos pidió un proyecto en un seminario de escritura creativa. La indicación era crear un espacio de difusión de la literatura. Se me ocurrió que la conjugación entre fotografía y texto podría brindar una experiencia interesante. Al término del seminario, fue Marco quien me sugirió llevar el proyecto más allá del aula.
Un año después obtuve apoyo de la Rectoría de la UAQ para comenzar a publicar de forma periódica y en físico. Luego se unieron otros compañeros al equipo. Revarena creció primero dentro de la Facultad, luego en la universidad y de pronto ya recibíamos textos que venían de fuera de Querétaro. Fue un crecimiento orgánico. Revarena marcó su propio ritmo.
En aquel inicio yo era lector de Borges. Recuerdo que me impresionó el Libro de Arena, un texto interminable y en ese sentido un tanto aterrador. Pero luego descubrí el truco de la trama: una revista es, de cierta forma, una publicación que no tiene final, pues siempre estamos esperando la siguiente edición. Una revista, además, se adapta a los cambios sociales, ideológicos y estéticos, e incluso va cambiando de lectores. Así se me ocurrió que mi proyecto era una “revista de arena”. De ahí viene el nombre.
4. Aquí me surge la inquietud de si la editorial tuvo un crecimiento orgánico, ¿cómo llevaste a cabo la convergencia de dos proyectos editoriales al mismo tiempo y hasta qué punto se separaron? Creo que los dos tienen la misma exigencia detrás de sentarse a trabajar y organizar textos.
El número piloto de la revista fue en noviembre del 2012 y el primer número fue enero-marzo del 2013. En sus inicios, Revarena era una revista trimestral. La revista creció de tal forma que tras un par de años nos empezaron a llegar manuscritos enteros en vez de poemas sueltos. Unos me latían mucho, pero no podíamos incluirlos por el formato mismo de la publicación. Entonces supe que Revarena estaba pidiendo transformarse en una casa editorial. En 2015 publicamos A la luz de los almendros, de Claudia Flores Espinosa, nuestro primer libro de poesía. Y quisimos llevar ambas cosas funcionando a la vez: la revista y la publicación de libros. Pero, en mi experiencia, un libro siempre lleva a libro, y esos caminos no se deben interrumpir. Así, con un par de libros ya publicados, decidimos que había llegado el momento de cerrar la revista en su edición número 12.
5. Quizá recuerdes una entrevista que te hizo la revista Nexos hace como 5 años donde te hacían la pregunta típica de cuáles son tus mejores libros. Yo voy a cambiar el tono de la cuestión y preguntar, más bien, ¿cuál es la proyección del catálogo de Revarena a nivel nacional desde tu punto de vista, o sea, desde tu lectura como persona y como editor?
Qué interesante pregunta, y más que la compares con aquella que se hizo en Nexos, pues muchas veces se mide el éxito de una editorial por ese “cuáles son tus mejores libros”. Si cada libro es un viaje diferente, ¿cómo lo mides? ¿Con el número de ventas o por cuán famoso se volvió? Son preguntas que pierden de vista la complejidad y naturaleza de cada viaje, por no decir libro. Tal como la planteas, me parece una pregunta más justa y alineada con mi ejercicio editorial.
Visto en retrospectiva, la naturaleza de nuestro catálogo ha evolucionado de forma orgánica. Hay una progresión no planeada hacia la responsabilidad social, que resalta en nuestros títulos más recientes. Esto muestra que nuestra personalidad como editorial entiende cada vez más a la escritura en su relación con el presente. Revarena se ha inclinado a un entendimiento colectivo de la escritura. Por esto ya no se puede hablar de los “mejores libros”, sino de las comunidades creadas con cada uno.
Nuestros últimos 3 libros, por ejemplo, son Mundano,de Regina Roze, una autoexploración personal que salió en mitad de la pandemia. La Otra Matria, de Asiel Adán Sánchez, que salió el año pasado, aborda temas de territorialidad, la migración, identidad queer y la violencia en torno. Y Hermano, de Mónica Licea, que acaba de salir hace un mes, es un libro de poesía que explora el duelo de la pérdida de un hermano y denuncia la impunidad y la corrupción en torno a los responsables del hecho. Cada uno de estos libros ha resonado en personas que atraviesan batallas similares. Cada uno de estos libros ha generado comunidad y contribuido a diferentes dimensiones de justicia social.
6. Alejandro, y en el entendido de que tú también eres alguien que se dedica a la escritura, ¿cómo te gusta relacionarte con los autores y autoras que publicas? Es decir, en tu ética como editor, ¿cuál es el ejercicio que a ti te gusta llevar cuando estás emprendiendo un proyecto editorial?
Cada escrito es un viaje distinto porque proviene de una voz única. En este sentido, puedo presumir —porque es en verdad atesorable—, que con cada uno de mis autores y autoras mantenemos hasta la fecha una relación cercana, de amistad. Y es porque en esta conversación que es el acto editar, se genera una conexión y un entendimiento entrañables.
Un manuscrito que decido editar debe ser transparente, porque cuando hay transparencia en la voz, uno puede entender las intenciones del texto, el porqué de esa conversación, la búsqueda. Cuando sucede esa conexión, entonces me sumo al viaje y acompaño al autor en su exploración. Siempre con respeto y a manera de diálogo.
Pongamos de ejemplo uno de nuestros libros de cuento, Tiempo arrasado, de Aldo Rosales Velázquez. El autor confía plenamente en nuestro trabajo y nosotros en su voz a tal punto que teníamos carta abierta para editar. Con plena libertad pude decirle en algún momento: “Mira, este cuento termina una página antes.” Al mismo tiempo, cada proceso de edición depende mucho de la naturaleza del libro. Qué pasa cuando editamos, a diferencia de un cuento, un poemario como Hermano, donde se tratan temas muy delicados. Es por eso que debe de haber un entendimiento y una conexión personal previa con mis autores, para que la confianza sea el medio, para que la edición sea acompañamiento mutuo.
7. ¿Cómo fue el proceso de planeación de la antología literaria Página 1? ¿Y qué aprendizaje te dejó coordinar a más de 15 autores?
Qué pregunta tan refrescante, porque fue un libro que se publicó hace ya 5 años, si no mal recuerdo. El proceso fue colectivo, no solo hablando de los autores que se encuentran ahí, sino también de otros colegas editores en Querétaro. Fue una experiencia enriquecedora y apremiante también, sobre todo porque queríamos presentar la antología en la FIL Minería ya que Querétaro era el estado invitado ese año, de ahí la premura. La antología fue una coedición con el Fondo Editorial de Querétaro y aunque Revarena lideró la publicación, siempre sentimos el respaldo de la contraparte.
Respecto a la selección de autores y autoras, no solo se abrió la convocatoria sino también se invitó a participar. En este proceso me apoyé de editores colegas, como Oliver Herring, de Herring Publishers, quien me señaló algunas voces valiosas que yo desconocía. El abanico se abrió tanto que nos presentó un reto: ¿cómo establecer, digamos, parámetros de selección no solo de autores sino de textos dentro de los autores? Además, había que mediar otras dimensiones que siempre debe tener una antología, desde el número de autoras en relación al de autores, hasta los ejes temáticos. El prólogo estaba apalabrado con Luis Arellano, quien desafortunadamente falleció durante el proceso de maquetación, por lo que el doctor Marco Ángel, a quien mencioné hace rato, salió al quite. Sin embargo, fueron aires y momentos confusos. El fallecimiento del Gordo fue una pérdida importante para la escena literaria en Querétaro. Fue una fortuna poder incluir varios de sus textos en la antología.
Muchas veces se piensa que, en una antología, por ser de cierta región, en este caso Querétaro, hay voces que no pueden faltar, aunque no sean emergentes, como Antonio Tamez, Anaclara Muro, Horacio Warpola, el propio Arellano, que ya tenían cierta trayectoria para ese momento. Y al mismo tiempo, si quieres hacer una antología que represente lo que se está escribiendo, tienes que lograr esa diversidad, ese caleidoscopio. Eso fue lo más desafiante. Pues es importante decir que por más esfuerzo que se lleve a cabo, a una antología siempre se le escapará alguna voz que se hará presente solo después de publicada. Y qué bueno, eso significa que ninguna antología puede fijar por completo el retrato literario de un momento. A mi parecer, Página 1 logró un equilibrio.
Creo fielmente que las editoriales independientes publicando voces emergentes son las que hacen que la maquinaria literaria, por decirlo así, siga avanzando. Las editoriales grandes muchas veces no apuestan por voces nuevas y mucho menos por proyectos escriturales que se salgan de la escritura convencional. Pero imagínate que todas las editoriales publicaran únicamente voces reconocidas o reediciones de libros con trayectoria: la literatura, que de por sí está cercada y sesgada, se estancaría por completo. Y las editoriales independientes, por el contrario, al apostar por lo desconocido, expanden sus propios límites. Al menos este ha sido el caso de Revarena. Nuestros libros son, en su mayoría, la primera publicación de nuestros autores. Esto nos permite estar siempre en el presente.
Hasta la fecha, Página 1 es uno de nuestros títulos que más nos piden en librerías, lo cual es gratificante.
8. A propósito de las editoriales independientes, Alejandro, ¿cuál es el panorama editorial actual que ves en México, en general?
Es un tema complejísimo, Ramsés. Primero empecemos por hablar de lo carísimo que es publicar un libro. Existe actualmente un déficit de papel debido al efecto pandemia y post-pandemia, donde se produjo más cartón que papel para abarcar la demanda de envíos por paquetería. A esto súmale que la mayoría del papel se importa, más la inflación natural, etcétera. Y traigo esto a cuenta porque muchas veces al hablar de edición no se aborda el tema del dinero, y por supuesto que es un tema importante. Si no, cómo.
Al mismo tiempo, se está apostando por los libros digitales y eventos en escenarios virtuales, lo cual trae muchas ventajas también. En los años noventa, cuando se creó el libro digital, se pensaba que se extinguiría el libro en su formato físico; ahora sabemos perfectamente que ha sido lo opuesto: una cosa ha alimentado a la otra. Hoy en día hay encuentros de editoriales o escritores en distintos países en línea. Lo único que los libros digitales hicieron, a nivel global, fue exponer las ventas del libro en físico. Hablar de la industria editorial tiene ese elemento de imprecisión, nunca sabemos para dónde va a ir una tendencia, sobre todo en cuanto a temáticas, estilos, etcétera.
En México, el bajío y centro del país (Querétaro, Jalisco, Ciudad de México, Estado en México, Puebla), así como el suroeste (Chiapas, Oaxaca), siempre han sido hervideros de proyectos editoriales. Eso no va a cambiar, a mi parecer. Al contrario, va a continuar y a crecer. Podemos verlo tangiblemente aquí en Querétaro. Ayer, por ejemplo, tomé un café con Anaclara Muro, editora de Palíndroma, y me decía: “Es que vamos muy lento”. Yo le decía: “¡Nombre!, van muy rápido”. Es una editorial nueva que está haciendo un trabajo impresionante, construyendo con mucho tino un catálogo que cuida sus ejes temáticos. Creo que la edición independiente está siendo cada vez más consciente, y por lo tanto responsable, con su tiempo y su sociedad. Muchas editoriales emergentes tienen esto muy claro, y esa ya es la principal ventaja sobre las dificultades monetarias.
Luego, miro la situación desde otro contexto completamente distinto. Tuve la oportunidad de hacer la Maestría en Australia y mi tesis fue un estudio comparativo entre editoriales independientes en la ciudad de Melbourne y la Ciudad de México. Era impresionante darse cuenta cómo en lugares de países donde se piensa que se tienen todos los recursos y no hay estas limitantes económicas, no se hace mucho. Hay una especie de corset normativo, estructural, sistemático. Es muy difícil que alguien se arriesgue a sacar un proyecto editorial independiente. Incluso la gente que estudia Publishing, la carrera para convertirse en editor, más bien le apuesta a encontrar un trabajo en una editorial ya conformada y con trayectoria. Es muy difícil que alguien comience un proyecto editorial. Sin embargo, en México —y en Latinoamérica— no nos da miedo. Eso es paradójicamente bueno.
Concluyendo, creo que es una especie de válvula de presión: mientras más difíciles están las cosas, la escritura y el arte en general más empuja por donde se pueda, y uno de los canales de salida, por supuesto, es la edición independiente. El panorama se ve muy difícil, pero muy prometedor.
9. ¿Y tú a qué atribuyes la falta de política editorial en el estado de Querétaro? Aquí me refiero a la serie de programas y planes de carácter editorial que sean de largo aliento. Por ejemplo, en el ámbito municipal de cultura no existe la figura del editor(a) como tal. A nivel estatal, algo que se ha criticado de las últimas administraciones es que la persona responsable del Fondo Editorial llega ahí sin ninguna preparación editorial. Además, me llama la atención que en la Ley para la Cultura y las Artes del Estado de Querétaro no tome en cuenta las publicaciones como algo verdaderamente importante.
Este es un problema que atraviesa no solo a la industria editorial o a la edición independiente, por ponerlo en términos generales, sino a todas las expresiones artísticas y a la cultura en general. Los modelos capitalistas bajo los que opera el estado y, por lo tanto, la gestión cultural financiada por el mismo, tiene a menospreciar aquello que no es cuantificable en dinero. Esta es una de las razones por las que la cultura se menosprecia. Esto es por lo que las publicaciones literarias a cargo del estado se relegan en jerarquía de importancia.
Este menosprecio se ve reflejado también en el entendido de que cualquier persona puede ocupar el puesto de gestor cultural o literario en las esferas gubernamentales. Este es uno de los muchos sesgos sistémicos y generacionales que van más allá de una administración, se trata de un sesgo ideológico que va más allá de lo gubernamental. La planeación curricular universitaria, por ejemplo, se divide tajantemente en “Humanidades, arte y cultura” y “Ciencia y tecnología” o “Negocios y administración de empresas”. Estas divisiones vienen sujetas a un entendimiento monetario y son, en ocasiones, establecidas desde la educación básica, desde la familia misma. Y son estas divisiones las que devalúan la importancia de una publicación literaria.
Más allá de esto, Ramsés, no puedo responderte. No tengo los elementos para criticar ni al Fondo Editorial de Querétaro ni la ley que mencionas. En este momento ni siquiera vivo en Querétaro, me encuentro haciendo el doctorado en la Universidad de Houston y estoy poco familiarizado con la gestión que está haciendo la administración actual en estos términos. Es decir, no me atrevo a hablar sin fundamento.
10. Por otra parte, ¿admiras a algún editor o editora? ¿A quién y por qué?
Sí, por supuesto. He tenido la fortuna de convivir con editores y editoras con los que jamás creí que me cruzaría y, de pronto, estábamos echando chela. Una de ellas es Marina Azahua, una de las editoras de Antílope, a quien realmente admiro no solo como editora y escritora, sino también como persona; fue ella quien me dio un consejo bien valioso hace poco. Me dijo: “Nos enseñan que hay que crecer y que eso es bueno, pero yo lo que he aprendido como editora es a limitar el crecimiento”. Supe perfectamente a qué se refería, te voy a poner un ejemplo conciso: cuando nos empezó a ir muy bien como editorial con nuestros primeros libros, se nos hizo fácil querer comernos el pastel y empezamos a entrar en cadenas de librerías como El Sótano y Gandhi, para distribución de nuestros títulos fuera del estado. Y eso, Ramsés, fue contraproducente porque ni siquiera teníamos, en ese momento, una plataforma de distribución ni las habilidades administrativas ni la experiencia necesaria para llevar a cabo dicha empresa. A eso se refería Marina. Nada más nos metimos en aprietos y entonces tuvimos que llevar a cabo un proceso de limitar nuestro crecimiento e incluso de retirar nuestros libros. O sea, ya nos habíamos metido en broncas técnicas y de practicidad por no saber limitar nuestro crecimiento. Ese tipo de entendimiento asertivo hacia los libros y hacia la edición, creo que es lo que ha llevado a editoriales como Antílope, por ejemplo, a tener procesos operativos eficientes. Porque Marina, como yo, al final somos editores independientes y tenemos nuestra vida aparte. Podría decir que esa es una editorial que admiro.
Otra editorial que admiro por los riesgos que toma, es una editorial británica que se llama Faber & Faber. Te voy a decir por qué. Yo admiro la obra de William Faulkner, mi tesis de licenciatura fue sobre El ruido y la furia. Faulkner tenía una relación muy cercana con su editor e incluso en la entrega del Nobel dijo que la deuda de gratitud hacia él era impagable en vida. Sin embargo, para la publicación de The Sound and The Fury en 1929, Faulkner quería era algo completamente impensable para la época: quería que cada una de las voces de la novela, en la parte narrada por Benjamin Compson, que es la más compleja por ser puro flujo de consciencia, se imprimieran con diferentes colores, con el fin de ayudar al lector en su lectura. Su editor le dijo que era imposible, principalmente por los costos de impresión; le sugirió, más bien, escribir un epílogo, el cual se encuentra en la edición actual. Este proyecto se hizo realidad hace apenas algunos años, hasta que Faber & Faber publicó El ruido y la furia como Faulkner quería, con los diferentes colores en las voces de sus personajes. Ese tipo de guiños me parecen hermosos, porque al final es eso la chamba editorial: acompañar al autor en el viaje, hasta lo último.
En cuanto a editoriales queretanas, pienso en Herring Publishers, un proyecto que publica plaquettes bellísimos. Herring Publishers es sin duda un pilar en la edición independiente en Querétaro. También está Gris Tormenta, cuyo catálogo es admirable. Y el colectivo NEL, a quienes conocí en la fiesta de los diez años de Revarena, y quienes me hicieron recordar ese ímpetu de donde se originó todo. Hay que mencionar también a la Testadura, La Charola y a Mamá Dolores Cartonera, proyectos que han dejado una huella importante en la edición queretana.
Por último, no puedo no mencionar a mi casa editorial, Eólica Grupo Editorial, que publicó mi más reciente libro, Residencia permanente. Eólica es una editorial que sobresale por tener proyectos que se inclinan al trabajo social. Y eso es reflejo de la persona que es Jorge Rodríguez, el director, a quien por cierto le estoy agradecido por haberme permitido experimentar eso de lo que hablaba hace rato: como autor, me fue evidente que Jorge conectó con mi escritura, y se sumó al viaje que es Residencia permanente.
11. Alejandro, no quería dejar pasar el hecho de que también escribes narrativa y poesía. ¿Qué beneficios crees que te ha brindado tu formación como escritor al momento de hacer la gestión editorial?
Es indudable que uno afina la mirada y la voz con el trabajo editorial. Es sabido que la escritura requiere del ejercicio constante de la lectura. El propio Borges decía que estaba orgulloso de lo que había leído, no de lo que había escrito. Yo me caso con eso. Y editar no es sino el estado más profundo del ejercicio de lectura.
Mi escritura le debe mucho a mi trabajo como editor, ciertamente. Además, realmente nunca son cosas separadas. El manuscrito que llega a manos de un editor ha pasado ya por varias ediciones del propio autor. Editar la fase concluyente de la escritura. Digamos que la separación viene cuando, en términos formales, categóricos y prácticos para la realidad, esta escritura se vuelve libro. Pero solo son dos lados del espejo.
12. Alejandro, ¿qué te gustaría que llegasen a descubrir los editores mexicanos sobre el mundo editorial australiano? Es decir, ese tipo de hallazgos que has hecho que digas: Guau, esto tienen que saberlo allá, o estaría chido que lo conocieran.
Creo que el mundo se acerca al diálogo colectivo. En esta colectividad, una voz fundamental es la voz de los pueblos originarios. Con todos los sesgos de racismo que tiene Australia, con todas las luchas y problemáticas que aún tienen en términos no solo sociales, sino de policy making (del marco legal), hay editoriales que están brindando espacio a los escritores aborígenes australianos, con todos los recursos, la voluntad y la consciencia. Un poco de eso hace falta en México. Y con esto no estoy menospreciando a las editoriales que llevan muchos años en esa lucha, y que muchas veces no vemos por la invisibilidad sistemática. Al contrario, hablo del necesario involucramiento de las editoriales, las ferias de libro, los recursos federales, las comunidades lectoras, en el reconocimiento de la escritura indígena. Y con esto no quiero decir que ahora hay que publicar solo a autores indígenas, mucho menos si se trata de una editorial que no está conformada por y viene de las necesidades de las comunidades indígenas; hay que tener mucho cuidado con esto. Lo que quiero decir es que hace falta reconocimiento y visibilidad. Hace falta un involucramiento respetuoso, solidario, nunca protagónico. Sin irrupciones ni imposiciones, de ningún tipo. En este sentido, en Australia y en Nueva Zelanda hay logros importantes. Tan solo en Melbourne, la escena literaria está regida por escritores aborígenes, con y sin trayectoria, desde Laniyuk hasta Tony Birch.
13. Ya para cerrar, Alejandro, te voy a proponer un juego de asociación libre, te voy a decir una serie de palabras y me gustaría que me respondieras con la primera palabra que se te viene a la mente.
Universidad: Alma Mater
Migrante: Desierto
Literatura: Escritura
Librería: Casa
Australia: Corazón
Poema: Piel
Faulkner: Furia
Novela: Envase
Imprenta: Papel
Vida: Árbol
Gracias, Alejandro, ya llegamos al final.
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