Con la presencia del otro
A más de cien días de aislamiento, hemos comenzado a pensar en lo que implicará el regreso a las calles, el encuentro con los amigos, con la pareja y en el contacto con los otros, cuando el apretón de manos y los abrazos seguirán estando “prohibidos”. Por ahora nuestras relaciones se han basado en el distanciamiento y la lejanía, pero ¿qué hay de nuestras relaciones afectivas en la llamada “nueva normalidad”? ¿la amistad y el amor seguirán teniendo como lienzos principales el contacto mutuo? ¿qué nuevas formas de relacionarnos nos sugiere el distanciamiento del otro? Ante el escenario de crisis que ha supuesto la pandemia, se ha hecho evidente que tenemos que pensar nuevas formas de relacionarnos que no se reduzcan a la virtualidad del medio digital.
Por lo regular estamos acostumbrados a pensar siempre de una forma binaria. De este modo, nos hemos limitado a concebir nuestras relaciones afectivas desde el par “presencia-ausencia”. Nuestra idea del amor y de la amistad suelen basarse en la dependencia y el apego. Si nos apartamos por un momento de esta manera de pensar, podemos vislumbrar notas de la existencia que siempre han estado ahí, pero que solemos pasar por alto. Creemos que solamente en el contacto físico estamos cerca de los otros; sin embargo, esto no es del todo cierto. Hay algo en el encuentro físico que hemos olvidado: la presencia del otro. El distanciamiento del otro no presupone necesariamente su ausencia, podemos estar presentes desde el distanciamiento, podemos incluso comunicarnos con el silencio. Se trata de encontrar nuevas formas de experimentar al otro.

La relación física es corporal, pero también es presencial. La corporalidad implica necesariamente la presencia y en la presencia se da la entrega y apertura de nuestro propio ser. La presencia nos remite también a lo circunstancial de nuestra existencia, nos remite al momento presente, a nuestro “estar siendo” junto con el otro y en presencia del otro.
Se da el caso desde luego de que aún estando con otro físicamente, no se está presente, la presencia necesita de la entrega y de la atención plena. La presencia va más allá de lo corporal, aunque de manera evidente solo podemos experimentarla dentro del marco de nuestro cuerpo. La presencia del otro se percibe en el aroma, en el sonido de su voz, en el movimiento de los labios y las manos, en los gestos, en las sombras, en las miradas, en la respiración, en las sensaciones. Es lo que vivifica al cuerpo aquello que lo hace estar vivo.
Esta forma de experimentar al otro también nos permite deconstruir la idea generalizada de la relación como un vínculo centrado en lo físico y descubrir que la presencia del otro involucra elementos de su ser que solemos pasar por alto. Nos abre a la posibilidad de pensar nuestras relaciones afectivas desde el desprendimiento, desde una des-centralización del “yo”. No se trata de prescindir del cuerpo y olvidar el encuentro físico como lo hace el medio digital, que además aumenta el apego emocional y el control del otro, sino de ampliar y descubrir nuevas formas de relacionarnos para enriquecer nuestros vínculos y nuestras relaciones afectivas en el contexto de distanciamiento en el que nos encontramos.
Fuente de imagen: https://www.infobae.com/america/mexico/2020/04/17/amor-a-distancia-en-tiempos-de-coronavirus-que-pasa-con-mi-relacion-en-la-cuarentenasobrevivira/
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