Mi corazón es un cacto que sobrevive feliz en la aridez de un desierto junto a una carretera seca y agrietada por el sol, necesita tan poquita agua como cariño para seguir de pie.
Mi corazón es un cacto grande que se llena con muy poco, se conforma con el viento que los autos le arrojan a su paso, son caricias que le dan sentido a su inútil existencia.
Mi corazón es un cacto viejo cubierto con púas resquebrajadas que lo defienden en tanto pueden de amores depredadores, que atacan sin piedad durante madrugadas frías y crueles.
Mi corazón es un cacto solitario con una herida añeja sobre su piel, las espinas de una rosa joven y altanera lo rasgaron una noche de octubre.
Mi corazón es un cacto que tiene por todo alimento las gotas de lluvia que un cielo compadecido de su soledad le manda una vez al año.
Mi corazón es un cacto que despierta con el rocío de la mañana para ver cómo se le va la vida sin poder moverse de lugar.
Mi corazón es un cacto inconforme con lo que le tocó ser, él quería ser un diente de león y tener una bella y rápida muerte gracias al espléndido soplido de los labios de una mujer…
Por Javier Hernández.
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