Del oficio editorial a la resistencia creativa: la visión de Gris Tormenta - MilMesetas

Gris Tormenta es una editorial independiente con sede en Querétaro, fundada por Mauricio Sánchez y Jacobo Zanella tras su experiencia en el mundo del diseño y la publicidad. Su interés por la edición nació de manera distinta en cada uno: Mauricio, con una pasión por la lectura y la investigación sobre editoriales independientes, y Jacobo, con una aproximación lúdica y visual a los libros desde su infancia. Ambos estudiaron un máster en cultura contemporánea en España, lo que les permitió fortalecer su conocimiento sobre el sector editorial. Al regresar a México, decidieron fundar Gris Tormenta con un enfoque en el ensayo literario, la reflexión y el pensamiento crítico. Durante casi diez años de existencia de la editorial, han consolidado su proyecto y fortalecido su red de contactos. Paralelamente, continúan operando Sé, Taller de Ideas, una pequeña agencia de diseño y publicidad, la cual les ha permitido desarrollar habilidades clave en la gestión editorial. En febrero de 2025, sostuvimos esta conversación vía Zoom, en la que platicamos sus experiencias en el mundo editorial, los retos de dirigir una editorial independiente y su visión a futuro para Gris Tormenta (https://www.gristormenta.com/).

Muchas gracias por aceptar esta entrevista. Me interesa conocer su trayectoria en el mundo editorial, particularmente en Querétaro y México, así como la historia de Gris Tormenta. Para comenzar, ¿podrían contarme cómo nació su pasión por los libros y la edición independiente? Además, ¿qué significa editar hoy en día?

MS: Bueno, en nuestro caso, todo surgió de manera inesperada. Jacobo y yo nos conocimos trabajando en una oficina de gobierno. Permanecimos allí varios años hasta que, con el cambio de sexenio, fuimos despedidos junto con otros colegas. Con uno de ellos, decidimos emprender una pequeña agencia de diseño y publicidad en Querétaro hace aproximadamente quince años. Inicialmente, ofrecíamos servicios de diseño para libros de texto, fotográficos y de tapa dura. Con el tiempo, aprovechamos el talento fotográfico de Jacobo para crear nuestros propios libros, especialmente de contenido turístico sobre Querétaro y El Pueblito.

Sin embargo, queríamos hacer algo propio, no solo trabajar para terceros. En mi caso, deseaba estudiar un máster en España para continuar con mi carrera como profesor. Opté por un máster en cultura contemporánea, donde mi investigación final se centró en la edición independiente en España. Entrevisté a varios editores y estudié los motivos y desafíos de la edición alternativa. Curiosamente, Jacobo también decidió realizar el mismo máster y destacó como el mejor alumno de su generación.

Cuando regresamos a México y retomamos nuestra agencia, nos cuestionamos si queríamos seguir en el mismo rumbo. Decidimos fundar una editorial, aunque sin mucha experiencia en el sector. Así nació Gris Tormenta. Desde el inicio, Jacobo tenía claro que quería enfocarse en el ensayo literario. Yo dudaba, porque si la narrativa se vende poco, el ensayo aún menos. Pero Jacobo me convenció con algunos textos que representaban su visión de la editorial. Todo ha sido un proceso de aprendizaje, prueba y error. Hoy, siete años después, hemos construido una editorial reconocida y con una comunidad de lectores fieles.

JZ: Mi experiencia fue muy distinta a la de Mauricio. Desde niño hacía lo que hoy llamaríamos fanzines, aunque para mí eran simplemente libros. Engrapaba hojas, creaba cubiertas con cajas de cartón y experimentaba con diferentes formatos. Más tarde, en mi adolescencia, comencé a hacer revistas fotocopiadas que regalaba, sin una intención profesional. Cuando me mudé a la Ciudad de México, vivía cerca de la librería El Péndulo. Aunque no era un lector voraz, me encantaba el espacio, su diseño y la selección de libros importados, especialmente los españoles. Mi interés por la lectura llegó mucho después; primero me atraía lo visual: el diseño, las tipografías, los materiales. Con la agencia que fundamos en 2009, tuve la oportunidad de profesionalizar este interés. Aprendí diseño editorial de manera autodidacta, observando libros y experimentando con programas de edición. Mauricio, sí, tenía una formación más académica y una pasión por descubrir editoriales independientes de Latinoamérica. A él le daba mucha curiosidad que existieran editoriales independientes en Bolivia, Perú, Colombia, y en aquella época no era tan fácil conseguir esos libros. Pero a mí no me interesaba nada de eso. Estas diferencias de cómo somos como lectores se muestran en Gris Tormenta, se hace una mezcla interesante de lo contemporáneo y lo no tan contemporáneo. En fin, esa fue más o menos mi aproximación.

Cuando Mauricio propuso fundar una editorial literaria, me sorprendió. Sentía que ya teníamos una editorial con nuestros libros de fotografía, pero su visión era diferente. Me sorprendió mucho porque ninguno de los dos sabíamos cómo hacerlo. Después de meses de reflexión, decidimos hacerlo.

Foto: Logotipo de Sé, taller de ideas.

Me encanta conocer los inicios de ambos porque nos permiten descubrir a las personas detrás del proyecto. Conocí las antologías de la colección Disertaciones cuando estaba en la Facultad de Filosofía y ahí se compartían esas referencias. Lo que mencionaban sobre Sé, Taller de Ideas, que surgió en 2009 como “agencia de edición”, donde seguramente aprendieron temas de edición, impresión, distribución y más, y sobre todo me parece muy valioso porque ha desarrollado un portafolio muy amplio. Recuerdo proyectos como Sada y el bombón o Ciudad Adentro, que han enriquecido mucho a Gris Tormenta. Me gustaría preguntarles: ¿Cuáles han sido los aprendizajes clave del Taller de Ideas?

JZ: Creo que nos enseñó cómo hacer un libro de principio a fin sin tener absolutamente nada. Es decir, creamos todos los materiales necesarios: los textos, las imágenes, las contribuciones, el diseño… no dependíamos de nadie. Todo eso lo aprendimos en el Taller, y después esos conocimientos se aplicaron en Gris Tormenta.

Claro, es muy distinto vender un libro fotográfico o uno de tapa dura con ciertas intenciones, que vender un libro de ensayo literario. Pero el mecanismo es el mismo: necesitas un distribuidor o librerías donde el libro pueda circular. Esos conceptos básicos los adquirimos en el Taller de Ideas. Empezamos con tirajes de 1,000 ejemplares, luego 2,000, luego 3,000… Exploramos la relación entre precio unitario y tiraje, entre el tiraje y el tiempo que dura la edición. Lo hicimos por más de 10, casi 15 años.

Cuando comenzamos Gris Tormenta, no teníamos todo claro porque era otro género, pero ya contábamos con bases sólidas. Me impresionó mucho, por ejemplo, cuando llevamos uno de nuestros libros del Taller de Ideas a las oficinas centrales de Gandhi en la Ciudad de México y después a El Sótano. Cuando entras a esas librerías, son espacios bonitos, bien iluminados, ordenados. Pero cuando vas a las oficinas con los vendedores, es todo lo contrario. Y parte de esa experiencia quisimos plasmarla después en la colección Editor de Gris Tormenta, que cuenta las historias detrás de los libros.

Para no desviarme, en resumen, creo que el Taller de Ideas nos dio las bases fundamentales para lo que hoy hacemos en Gris Tormenta.

Foto: Portada de Sada y el bombón

MS: Me encanta que mencionaras proyectos como Sada y el bombón o Ciudad Adentro, porque son muy entrañables para nosotros dentro del Taller de Ideas. Y, como bien dices, el Taller fue un espacio de aprendizaje para todo lo relacionado con la edición, la impresión, la distribución…

Foto: Portada de Ciudad adentro

Por ejemplo, hicimos un libro que se llamó Querétaro MX, con imágenes que Jacobo capturó de la ciudad durante un tiempo. El libro quedó precioso, pero luego teníamos que distribuirlo, y ahí nos dimos cuenta de que no teníamos idea de cómo hacerlo. ¿Bajo qué condiciones se distribuye un libro? ¿Qué descuentos se dan a las librerías y a las cadenas? ¿Qué pasa si alguien compra solo dos ejemplares o si compra diez? Todo eso lo aprendimos sobre la marcha.

El Taller fue nuestra escuela, pero también llegó un punto en el que los proyectos que nos pedían los clientes empezaron a parecernos menos interesantes: revistas industriales, publicaciones corporativas… se volvían encargos muy áridos. Así que comenzamos a crear nuestros propios proyectos para seguir cultivando nuestro entusiasmo por la edición. Así surgieron las revistas, como Sada y el bombón, que fue un proyecto totalmente independiente.

Lo hicimos con un equipo de personas comprometidas y no solo para Querétaro, sino también para Guanajuato y el centro de México. Tuvimos muy buenos resultados en la parte editorial y de diseño, pero comercialmente fue complicado. Vender los anuncios que mantenían la revista era difícil, y con ellos pagábamos los sueldos de quienes trabajaban en ella. Por eso, un día tuvimos que cerrarla. Pero el tiempo que estuvo al aire fue fundamental: nos dio visibilidad y nos permitió darnos a conocer.

Después de eso, nos quedamos con la inquietud de hacer algo propio, algo con trascendencia, algo que naciera del Taller y que nos entusiasmara. Y, con los años, el resultado de todo ese proceso fue Gris Tormenta.

Sin duda, hay concepciones muy distintas sobre lo que significa editar. Me gustaría preguntarles, desde su perspectiva, ¿cuál es el rol que desempeñan los editores, en particular los editores independientes, dentro del ecosistema literario? También me interesa saber cómo integran en su equipo las diferencias disciplinares, como la fotografía o la mercadotecnia, y qué impacto tienen en el proceso de edición.

MS: Sí. Bueno, creo que la labor principal de la edición es acercar los textos a los lectores. Es una forma de descubrirles nuevas obras o ideas, de compartir con ellos un hallazgo que consideramos valioso. A partir de esa premisa —de tener un texto maravilloso que queremos que otros lean— se desarrolla todo el trabajo editorial: elegir el papel, la tipografía, la traducción si es un texto extranjero. Todo apunta a lograr que ese libro llegue a su lector ideal.

Por ejemplo, en nuestra primera colección, Disertaciones, publicamos antologías de ensayos sobre temas específicos. Algunas personas nos preguntaban: “¿Por qué publicar un ensayo que ya existe en otra editorial o en una revista?” La razón es que la lectura cambia cuando un texto se coloca en diálogo con otros. Un caso concreto es Viajes al país del silencio, donde incluimos un fragmento del libro de Sarah Maitland sobre el silencio. Alguien podría decir: “Pero si ya existe el libro completo, ¿por qué incluirlo?”. Pues porque en nuestra antología, junto a otros textos, cobra una nueva dimensión. El lector descubre matices distintos cuando esas ideas conviven en un mismo espacio.

Para mí, esa es una de las labores más bellas de la edición: acercar a los lectores textos que no sabían que necesitaban. Y hacerlo de manera cuidadosa, con una selección atenta de materiales, una tipografía adecuada, una portada atractiva. Todo eso enriquece la experiencia de lectura y permite que el libro sea descubierto con más aprecio.

JZ: Apunté algunas ideas. Ramsés mencionaba que cada editor tiene una visión diferente de lo que significa editar, y estoy completamente de acuerdo. Cada editorial tiene sus propios deseos y propósitos. He notado que algunas editoriales existen simplemente porque hoy es posible hacerlo. Hace una generación, alguien como nosotros no podía ser editor: necesitabas otro contexto familiar, otros contactos, otro capital. Ahora, cualquiera con una computadora puede fundar una editorial.

Algunas editoriales nacen por poder. Editar, sobre todo a largo plazo, es una forma de ejercer poder cultural. Otras surgen por diversión, por un deseo de cambio, porque alguien dejó su trabajo anterior y, mientras decide su futuro laboral, en ese paréntesis abre una editorial. Y hay una razón que me parece especialmente hermosa: fundar una editorial es, al menos en sus primeros diez años, una actividad sin fines de lucro. Es una manera de salir del sistema capitalista por un tiempo.

Muchos estudiantes con los que hemos hablado no comprenden esto, pero a mí me parece vital saber que una editorial es, al menos al principio, una institución sin fines de lucro. Yo trabajé muchos años en agencias de publicidad y es una cosa tremenda la explotación constante del trabajador para enriquecer a alguien que ya es demasiado rico. Ese es un punto importante. Además, hay otra razón que casi nadie la dice —o quizá nadie la sabe—, que es que toda editorial o casi toda editorial es una editorial de prueba para una editorial futura mejor. 

Es posible que Gris Tormenta desaparezca en cinco años, pero todo lo aprendido quedará, y quizá Mauricio y yo fundemos otra editorial con menos errores, más depurada. En ese sentido, cada editorial es una escuela.

En cuanto a Gris Tormenta, creo que opera como un autor. No porque Mauricio y yo firmemos textos, sino porque la editorial tiene una intención clara, como la tendría un escritor con su obra. Nos interesan más los conceptos que los autores individuales, nos enfocamos en colecciones estructuradas como sistemas cerrados. Para mí la edición tiene mucho que ver con eso y es algo que descubrí estando en Gris Tormenta. No lo planeamos así desde el inicio, pero con los años hemos visto que funciona de esa manera.

Por último, dijiste algo rápido que a mí me interesa discutir o comentar rápidamente. Mencionaste cómo influyen las diferentes experiencias en la edición. Creo que cada editorial refleja la historia de sus editores. En mi caso, trabajé en publicidad seis años y más de 20 en fotografía y diseño gráfico. En su momento no lo veía, pero esas habilidades han sido muy útiles en Gris Tormenta. Mauricio, por su parte, trabajó en promoción y difusión de productos de México, asistió a ferias nacionales e internacionales. En aquel entonces no imaginaba que esa experiencia le serviría tanto en el ámbito editorial, pero hoy es clave para la distribución y difusión de nuestros libros.

Creo que todas las editoriales van a tener fortalezas y debilidades determinadas por las experiencias de sus fundadores. Algunas tienen un gran dominio del área comercial o de prensa, y eso suele reflejarse en el perfil de sus editores. En nuestro caso, Gris Tormenta es el resultado accidental de una mezcla bastante extraña y aleatoria de habilidades que, sumadas, hacen que Gris Tormenta sea lo que es. Toda editorial siempre va a ser el resultado accidental de la historia de sus editores.

Pensando en lo que han logrado hasta ahora, más allá de la visibilidad y la distribución, ¿cuáles han sido los retos más complejos para alcanzar la sostenibilidad y construir el catálogo que tienen actualmente?

JZ: Un reto muy grande, y lo menciono primero porque creo que a menudo pasa desapercibido, es la continuidad de los proyectos a lo largo del tiempo. Cuando diseñas una colección, estableces una estructura: un prólogo, entre diez y quince textos, anexos. Pero es muy fácil que esa forma se degrade con el tiempo. Primero decides hacer una edición sin anexos, luego sin introducción, después de otro tamaño. Esas tentaciones aparecen constantemente, y el desafío está en mantener la voz y la coherencia editorial que has definido, porque eso es lo que el lector reconoce y valora.

Lo mismo ocurre con los temas. Empezamos con ensayo literario y memoria, pero podría surgir la idea de publicar poesía o cambiar de enfoque. Estos cambios, que son comunes en muchas editoriales, nos parecen errores. Hacemos un esfuerzo constante por mantenernos fieles a nuestra identidad. La colección Editor, por ejemplo, tiene un tono muy particular: textos personales, cálidos, breves, no didácticos ni teóricos. Aunque los contenidos varían, siempre comparten ciertas características esenciales. Mantener esta consistencia es un reto enorme.

El lector solo ve el libro publicado, pero no sabe que para llegar a él descartamos muchos textos que nos gustaban, pero que no encajaban al 100% en la colección. La tentación de hacer una excepción está siempre presente: publicar un libro de Editor con 300 páginas en lugar de 120, por ejemplo. Resistir esos impulsos es un reto diario. También hemos sentido la tentación de ampliar el número de colecciones, pero hasta ahora nos hemos contenido en cuatro, y espero que nos mantengamos en ese límite. 

MS: Coincido con lo que menciona Jacobo a nivel interno. En cuanto a Gris Tormenta, esos han sido nuestros grandes retos. Pero fuera de la editorial, el desafío más grande que hemos enfrentado desde el primer día hasta hoy es la distribución de los libros. Encontrar el distribuidor ideal ha sido extremadamente difícil, y probablemente nunca lo encontremos del todo.

Comenzamos con varias empresas que al principio parecían prometedoras, pero con el tiempo nos dimos cuenta de sus limitaciones. En estos siete años y medio, hemos cambiado de distribuidor tres veces y actualmente trabajamos con el cuarto. Pero cambiar de distribuidor no es solo una decisión administrativa; es un proceso largo y complicado. Cuando dejamos a un distribuidor, sus libros siguen en las librerías. Ese distribuidor tiene que retirarlos, devolvernos el inventario, liquidar los pagos pendientes, y luego nosotros debemos entregar esos libros al nuevo distribuidor. Este proceso nos ha tomado entre un año y un año y medio cada vez que lo hemos hecho, y ha sido agotador.

La distribución es un aspecto crucial, porque de nada sirve publicar libros si no están en los espacios adecuados para ser vendidos. Ahora, con nuestro actual distribuidor, llevamos aproximadamente un año y nos sentimos cómodos con el trabajo que hemos logrado en conjunto. Aún hay muchas áreas de oportunidad, pero hemos aprendido a adaptarnos y a construir una relación de trabajo más eficiente.

Si alguien está pensando en entrar al mundo editorial, le recomendaría que desde el inicio busque con mucho cuidado a su distribuidor ideal. No le deseo a nadie pasar por lo que nosotros hemos experimentado con estos cambios. La distribución es algo que es tremendo en el proceso editorial, y elegir bien desde el principio puede ahorrar muchos dolores de cabeza en el futuro.

Mauricio, mencionaste algo que quiero retomar antes de que te retires. Tiene que ver con una reflexión del editor René Solís, exeditor de Planeta. Él afirmaba que la pasión por el libro nunca desaparecerá, aunque se irán incorporando nuevos soportes digitales. Muchos editores comparten esta visión. Desde su experiencia, ¿cuáles han sido los cambios que han observado en su trabajo editorial con la irrupción de las tecnologías de la información? Es decir, ¿cómo maneja Gris Tormenta estas herramientas en su visión editorial?

MS: Desde sus inicios, Gris Tormenta ha operado bajo una filosofía clásica, enfocada exclusivamente en la publicación impresa. No nos interesan los formatos digitales, como los libros electrónicos o los audiolibros. Eso fue desde un inicio y hasta el momento lo hemos conservado.

Foto: Portada de Ilegible

Hemos hecho algunas excepciones: un par de libros digitales mediante un operador de renta de libros en línea y un audiolibro de Pablo Duarte, Ilegible, que él mismo leyó. Sin embargo, estos casos fueron circunstancias aisladas, no es que lo hemos buscado. De repente, surge esta tentación de explorar nuevos formatos, pero se nos quita pronto. Ni Jacobo ni yo leemos en digital, salvo cuando es necesario para localizar ciertos textos para las antologías. Además, el proceso de adquisición de derechos digitales y de audiolibro es una carga adicional que preferimos evitar. Ya batallamos con derechos de fragmentos en papel; agregar una labor más de lo llaman los derechos subsidiarios del libro nos parecería innecesario. También cuestionamos la necesidad de seguir el ritmo de los grandes conglomerados editoriales. Es una lucha que resulta desgastante, y en Gris Tormenta preferimos centrarnos en nuestro compromiso con el libro impreso. 

Jacobo, ¿te parece que esta postura es demasiado extrema?

JZ: En absoluto, simplemente, no nos interesa. Sí seguimos el debate sobre los formatos digitales y comprendemos su relevancia para otros, pero nos llama la atención que la discusión gira en torno al soporte y no a la calidad de los textos. Se habla mucho del formato, de la pertinencia del formato, del futuro del formato, pero nunca se habla ni se pondera la calidad de los textos. Entonces hay algo raro ahí. Tomemos como ejemplo El Quijote o La Divina Comedia. Cuando hay una potencia en el texto, nadie tendría que hablar de formato. Porque el texto tiene una fuerza que va a hacer que se siga leyendo después de años o décadas o siglos. Sin embargo, la industria está teniendo una discusión al revés, habla del formato sin saber si el texto es bueno o no. Eso llama mucho la atención porque es síntoma de otras cosas. 

Ahora bien, a través de Gris Tormenta, hemos conocido editores, libreros y distribuidores jóvenes, o sea, con todo el ecosistema editorial, y te das cuenta de inmediato que algo está pasando: la lectura ha cambiado. Las nuevas generaciones prefieren libros cortos o libros chiquitos y están acostumbradas a la fragmentación del contenido digital. Y esto empieza a traducirse a una forma de tener una librería, a una forma de editar, de escribir, de leer. No nos asusta este cambio porque cada generación ha roto con la anterior desde que existe el mundo. Sin embargo, y regresando a la pregunta original de qué pasa con estos formatos nuevos o digitales para el texto, creo que reflejan este cambio de generación. No sé si sea la palabra correcta, pero hay muchos contenidos desechables en Internet. No necesariamente significa que tengan mala calidad, pero están diseñados para durar poco.

Esa asociación entre lo digital y lo fugaz es una de las razones por las que Gris Tormenta no se relaciona con en esos soportes. Nos tomamos hasta tres años en producir un libro y queremos que permanezca en el tiempo. Buscamos que nuestros libros se mantengan en librerías, no en las mesas de novedades, sino en los fondos de las librerías y las bibliotecas. Así es como nosotros pensamos el catálogo de Gris Tormenta (quizá no el 100% de los libros que hacemos, pero sí un gran porcentaje). Y es por eso quizá que tenemos este, si no rechazo, cierta duda hacia estos formatos o soportes que tienden hacia lo desechable o hacia lo mutable en Internet.

Jacobo, hay una entrevista que les realizó Elena Poniatowska que me parece que toca mucho en este tema. No quisiera insistir demasiado, porque creo que queda bastante claro que en Gris Tormenta hay una profunda pasión por el libro físico.

JZ: Sí, hay algo muy bonito en sostener un libro, una revista o cualquier impreso diseñado para verse en dos páginas abiertas. Me parece casi mágico ese acto: es un objeto creado para caber en las manos, pensado para que, con los brazos extendidos, la vista pueda recorrerlo sin necesidad de ningún otro soporte. Es, en esencia, un diseño perfecto, probado a lo largo de siglos.

Los primeros libros que conocemos con una forma similar a la actual tienen unos 2.000 años, y en todo ese tiempo apenas han cambiado en tamaño o proporciones. Eso demuestra que el libro es un objeto que ha trascendido generaciones como un símbolo de la humanidad.

Cuando alguien decide fundar una editorial y asumir el papel de editor, adquiere una responsabilidad, aunque no siempre sea consciente de ello. Puede sonar exagerado, pero implica integrarse en la historia de la transmisión de la palabra escrita. Incluso la contribución más pequeña forma parte de un diálogo con esos dos mil años de tradición y, si hablamos de escritura en general, con cinco mil años de historia.

No es que estemos todo el tiempo pensando en esto, sería ridículo, pero sí es una experiencia estética, intelectual y sensorial que proviene de milenios de evolución. En Gris Tormenta hay un profundo respeto por el libro, no solo como objeto, sino como concepto, como arquetipo.

Para nosotros, un libro es mucho más que papel y tinta: es algo que puede hacer la vida más feliz, más amena o llevadera; incluso puede sacarte de una depresión. Es decir, todas estas cosas que puede hacer un libro, nosotros las tenemos muy presentes cuando leemos. Y entonces creo que tratamos de reflejarlo en Gris Tormenta, aunque sea mínimamente. Sí hay un cariño y un respeto enorme por el libro.

Ahora, ¿puedes platicarme un poco sobre su proceso de creación? ¿Qué criterios sigue la colección Disertaciones para partir de una pregunta detonadora? E incluso a nivel de diseño, ¿cómo se selecciona el pantone para los forros de la colección Editor? Y en aspectos de edición, ¿cómo llegaron a la decisión de mover la página legal y colocarla junto al colofón en algunos libros? Entre otras cosas, ¿cómo es ese proceso de creación?

JZ: Sí, mira, creo que la colección Disertaciones es ideal para hablar de esto porque es la más completa. Lo primero que hacemos es trabajar con un documento compartido donde anotamos ideas que podrían convertirse en un libro de disertación. Hoy en día debe haber unas 80 o 90 ideas registradas, de las cuales hemos publicado 13. Cuando se abre el espacio para un nuevo libro —por ejemplo, los de 2025 ya están listos, el de 2026 está en edición y el de 2027 aún es solo una idea—, revisamos esa lista y buscamos una idea que nos apasione lo suficiente como para dedicarle dos o tres años. Supongamos que encontramos la número 71, una que siempre hemos querido desarrollar. Lo primero que buscamos en esas descripciones —muy informales, en forma de pequeños párrafos— es que planteen una pregunta sin respuesta. Una pregunta necia, por así decirlo. Por ejemplo, ¿qué es el amor? Todos se lo han preguntado, pero nadie tiene una respuesta definitiva. Lo mismo con el silencio o la escritura.

Buscamos también que la pregunta tenga interés literario, que no sea demasiado académica ni demasiado simple. Casi todos los libros de la colección comparten ese equilibrio. Luego analizamos cómo abordar el tema. Cuando hicimos el libro sobre el silencio, nos atrajo la idea de experiencias profundas de silencio, aquellas que transforman la vida. Invitamos como editor a José Velasco, le compartimos esa idea general y él propuso una aproximación basada en la experiencia directa, no desde la filosofía ni la teoría. La idea nos pareció brillante: el silencio contado de forma tangible, que el lector casi pueda vivirlo al leerlo. Y esta variable que le agregó al silencio es lo que hace que ese libro sea muy rico. Estoy seguro de que ni Mauricio ni yo hubiéramos llegado a ese camino del silencio a través de la experiencia. Y esa intersección entre silencio, experiencia y mundo contemporáneo marcó la selección de textos.

A partir de ahí, evaluamos si hay suficiente material ya escrito para una antología o si es necesario comisionar nuevos textos. En caso de integrar textos preexistentes, decidimos cuáles hay que traducir, contactamos a los autores o sus agentes —o a los herederos si el autor ha fallecido—, gestionamos permisos y realizamos los pagos correspondientes. Todo este proceso puede llevar meses. Una vez reunidos los textos, pasamos a la edición: definimos la estructura del libro, los capítulos y el orden de los textos dentro de cada sección. El lector lo podrá leer de otras maneras, pero el editor le señala un camino. Finalmente, agregamos anexos con material relacionado que encontramos durante el proceso pero que no encaja en el cuerpo principal del libro.

Vale la pena ahondar en la cuestión de los derechos de autor, que atraviesa todo nuestro catálogo editorial en Disertaciones, en Miradas —nuestra colección más reciente— y en el resto de nuestras publicaciones, ya que Gris Tormenta está hecha de fragmentos de textos ya existente (algo que Mauricio mencionó desde el principio): el 70% de lo que publicamos son fragmentos editados para crear algo nuevo. Esto es muy divertido, pero tiene una complicación en la práctica, pues tienes que obtener permisos de los autores, negociar con agentes y lidiar con distintas culturas editoriales. Un texto que en México se puede licenciar por 4,000 o 5,000 pesos (que la editorial puede absorber dentro de su tabla de gastos) puede costar cinco veces más que en Estados Unidos (lo cual aumenta lo que tenías presupuestado).

¿Y cómo hacer para que esas diferencias culturales o comerciales no impacten en el libro final? Ahí viene una labor que puede durar meses o años para hacerle ver a esos agentes que lo que tú le estás proponiendo tiene una lógica dentro de la editorial que lo va a publicar, que no puedes acceder a su lógica porque sería inviable en muchos sentidos. Tuvimos una anécdota. En La lengua es un lugar, una autora —o más bien su agente— exigió una cláusula en el contrato que garantizara que nadie ganaría más dinero que ella dentro de la antología… Ha habido situaciones muy absurdas, pero siempre buscamos preservar la idea original del proyecto. Paradójicamente, en lugar de volverse más sencillo con los años, este proceso es cada vez más complejo.

En cuanto a los colores de la colección Editor, cuando inauguramos una nueva serie diseñamos no un solo libro, sino los primeros cuatro u ocho, para prever cómo se comportará en el futuro. Experimentamos con títulos largos, cortos, listas de autores más extensas o reducidas, con o sin prólogos, y definimos los elementos gráficos antes de que la colección exista. En el caso de Editor, al final se optó por colores pastel. No sabría decir exactamente por qué, pero fue la propuesta ganadora. Seleccionamos ocho pantones para evitar repeticiones y establecimos un ciclo: el libro nueve repite el pantone del uno, el diecisiete del nueve, y así sucesivamente. En Disertaciones, mantenemos una base de azul oscuro casi negro, con los títulos variando entre ocho colores predefinidos. En Paisaje Interior y Miradas, que son colecciones más sobrias, todos los libros comparten el mismo pantone, lo que puede generar confusión en librerías y hasta en la imprenta, como cuando accidentalmente nos intercambiaron los colores de dos reimpresiones. Es un riesgo, pues. Lo que no queríamos con el diseño de las portadas era que cada portada fuera distinta, (como el estilo norteamericano), pero quizá nos fuimos al otro extremo de ser demasiado parecidas.

Finalmente, sobre la decisión de mover la página legal al final del libro, fue por razones estéticas. Queríamos un inicio más limpio, con el mayor espacio en blanco posible, para que el lector llegue rápidamente al índice, que en Gris Tormenta es fundamental. Para nosotros, el índice resume el trabajo editorial y la estructura del pensamiento del autor. Generalmente no leo contraportadas en las librerías, sino que leo índices y eso me dice mucho más de lo que quiero saber de un libro. Por eso siempre he criticado a las editoriales que los colocan al final. 

Y bueno, así es, a grandes rasgos, cómo se hace un libro en Gris Tormenta.

Quiero profundizar en tu planteamiento sobre la colección como un sistema cerrado. En este sentido, ¿qué recepción han tenido Disertaciones y Editor, las dos colecciones con las que iniciaron? Y ahora, con Paisaje Interior y Miradas, que ya están cerca de cumplir uno o dos años, ¿qué nuevas apuestas están explorando? ¿Qué puedes comentarnos al respecto, Jacobo?

JZ: No ha sido fácil para la editorial abrirse un espacio en la imaginación de libreros y lectores, eso es lo primero que quiero decir. Nos ha costado mucho trabajo. Desde el inicio, confiamos en nuestra propuesta y nos hemos mantenido muy insistentes y tercos en nuestra idea original para no ceder a simplemente posicionarnos más rápido. Por ejemplo, decidimos no utilizar imágenes en las portadas, lo que inicialmente hizo que nuestros libros pasaran desapercibidos. Ver solo la tipografía en la cubierta puede dar la impresión de que son títulos menos accesibles o más abstractos, aunque no lo sean.

Foto: Portadas de colección Disertaciones. Cortesía.

Sin embargo, creemos que ese mismo minimalismo puede hacer que un libro destaque en una mesa de novedades. Con el tiempo, hemos visto que ahí hay una virtud, no todo es malo. Pensábamos que la colección Editor sería más de nicho y que Disertaciones sería más popular, pero ocurrió lo contrario: Disertaciones tiene tirajes más pequeños y ventas más lentas, mientras que Editor ha crecido en demanda y se agota rápidamente. No sabemos exactamente cómo se dio este fenómeno, pero lo constatamos en ferias, en nuestra tienda en línea y en los comentarios de los lectores. La colección Editor es una colección de verdad, o sea, los lectores la toman como algo coleccionable, quienes se enfrentan por primera vez a ella sienten que quieren más libros de esa colección, y quienes ya la conocen están esperando que salga el siguiente para comprarlo. Esto no sucede con Disertaciones, al menos por ahora.

En cuanto a las colecciones más recientes, Paisaje Interior, que lleva aproximadamente un año y medio, es la más difícil de definir y vender. Nos interesa muchísimo porque su objetivo es acercar al público a textos que circulan poco, e incluso buscamos incorporar traducciones. Sabemos que será una colección de crecimiento lento, incluso más que Disertaciones. Por otro lado, Miradas es muy joven, inició en septiembre del año pasado y apenas cuenta con dos títulos (uno más está en imprenta). Ojalá que, en unos años, pueda adquirir el estatus de coleccionable, como Editor. Estamos experimentando con detalles que refuercen su identidad, como la uniformidad en el número de páginas (160 en cada libro), para que cuando tú los coloques lado a lado, se vea como una pequeña enciclopedia. Así que tenemos mucha fe en esa colección.

En general, han surgido muchas ideas para nuevas colecciones, pero queremos enfocarnos en estas cuatro, consolidarlas y permitir que los libros dialoguen entre sí. Ya comenzamos a notar este fenómeno: aunque aún no es evidente, en un par de años será más claro cómo un libro de Disertaciones puede relacionarse con uno de Editor, uno de Paisaje Interior y otro de Miradas, generando un vínculo transversal. Y eso me parece una cosa muy bonita, porque no es planeada, simplemente sucede y creo que podría pasar pronto.

A grandes rasgos, ese es mi diagnóstico de nuestras colecciones hoy en día.

Foto: Portadas de Paisaje Interior. Cortesía.

Pensando en los desafíos y retos que tienen los editores hoy día, ¿qué piensas de las colecciones que existen sobre la labor editorial, como lo son Libros sobre Libros, de Fondo de Cultura Económica, Tipos Móviles, de Trama Editorial, o Biblioteca del Editor, de la UNAM? ¿Y cómo crees que dialoga Gris Tormenta con esas colecciones y qué es lo que aporta de distinto la colección Editor?

JZ: Mira, nos gustan mucho todas estas colecciones, las seguimos, las leemos, incluso las coleccionamos. Cada una tiene algo valioso, pero también sus detalles, como seguramente alguien verá en Editor algo que no le termine de convencer. Tipos Móviles, de Trama Editorial, fue la primera que conocimos, y tengo casi todos sus libros. Me encanta el trabajo del editor, porque evidentemente hay un nicho ahí, sobre todo en España, donde estos libros se venden bien.

Luego está Libros sobre Libros del FCE, que nos parece irregular. Hay libros muy teóricos, otros didácticos, algunos con tonos e intenciones muy distintas dentro de la misma colección. No es que esté mal, pero nos llama la atención esa falta de unidad. En cambio, Tipos Móviles mantiene un tono más homogéneo, casi todos los libros comparten una misma voz. Por otro lado, la Biblioteca del Editor de la UNAM tiene libros extraordinarios, casi clásicos, pero también otros súper de nicho, con muy pocos lectores. Esas diferencias dentro de una misma colección me llaman la atención.

La Universidad Veracruzana acaba de lanzar su propia colección de libros sobre libros, pero solo llevan tres publicados, así que es pronto para decir algo. En Argentina hay muchas colecciones de este tipo, no las conozco todas, pero sí algunos títulos sueltos. Y, bueno, Argentina es probablemente el país donde más libros sobre edición se publican; editorialmente tienen una cultura muy avanzada y además son muy orgullosos de ella.

Ahora, ¿qué tiene de particular la colección Editor? Primero, la brevedad. Todos los libros están en el rango de 7,000 a 12,000 palabras. Nunca menos, nunca más. Si nos encontramos un texto más corto, desafortunadamente tenemos que desecharlo (nos ha pasado muchas veces); si es uno más largo, y no lo podemos abreviar, lo tenemos que desechar. Pero, en algunas ocasiones, lo hemos abreviado con permiso del autor, como el libro sobre escritura de contraportadas, Cien palabras a un desconocido, hemos logrado hacer una versión abreviada con permiso de la autora, sin agregar palabras, simplemente editando de manera que se lea como si fuera un texto de ella. Queríamos hacer una adaptación abreviada, muy respetuosa, y bueno, ya existe en la colección Editor.

Segundo, el tono cálido pero crítico. No buscamos textos teóricos ni didácticos, pero sí que tengan un punto de vista claro y una mirada crítica. Lo interesante es que, muchas veces, son libros escritos por no expertos en el tema del que hablan. Jhumpa Lahiri escribe sobre portadas sin ser diseñadora, Guillermo Espinosa sobre dictaminación sin ser dictaminador profesional, Laura Wolfson sobre traducción desde la experiencia de un libro que no pudo traducir. Eso le da a la colección un enfoque muy personal y casi siempre contado desde una experiencia límite o negativa.

Y tercero, la forma en que están escritos. Son libros que puede leer alguien que no esté interesado en la edición y que, aun así, los disfrute. Eso nos parece muy interesante. Se narran como historias, son cercanos, no buscan enseñar, pero sí hacer pensar.

En fin, creemos que la colección Editor tiene una identidad muy clara dentro de este ecosistema de libros sobre libros.

Foto: Portadas de colección Editor. Cortesía.

Ahora bien, ¿cómo ves el público lector en Querétaro en comparación con otras regiones de México e incluso Argentina? En una entrevista con Daily Books mencionaste que editorialmente Argentina está muy adelante de México porque no solamente se centran en lo superficial de la producción editorial, sino que van a otros niveles, es un público bien diferente quizás de nicho. ¿No crees?

JZ: Sí, creo que internet ha traído cosas muy positivas. Una de ellas es que ha reducido las diferencias culturales por ubicación. Antes, había una distinción muy marcada entre provincia y capital, pero ahora eso tiende a desaparecer. ¿A qué me refiero? Un lector en Querétaro, en un pueblo pequeño o en la Ciudad de México puede tener prácticamente la misma idea de un libro antes de comprarlo. Esto es gracias a las redes sociales, reseñas, videos, transmisiones en vivo de presentaciones. En ese sentido, es muy bonito ver cómo hay una igualdad de lectores, independientemente de la población donde vivan, sin importar si es un pueblo de 40 mil habitantes o una ciudad de 20 millones. Lo hemos notado constantemente: no hay una barrera. El público de Querétaro no sabe menos que el lector en la ciudad de México, en absoluto.

Lo que sí cambia es el acceso a librerías. Como mencionabas, hay un tipo de lector —el que llamabas de nicho— que busca los libros de Gris Tormenta. Y ese lector tiene muchas más opciones en la Ciudad de México que en Querétaro. Hay librerías de todos tamaños, algunas incluso en casas. En cambio, en Querétaro, y en casi cualquier ciudad que no sea la capital, la concentración de librerías está muy centralizada. Y eso afecta. Porque, aunque el lector tenga el mismo conocimiento sobre un libro, la experiencia de encontrarse con él físicamente aporta algo: el deseo, la curiosidad, el impacto de ver que el libro es más grande o pequeño de lo que imaginabas, que los colores de la portada son distintos en persona. Ahora, el primer encuentro con un libro suele ser en una pantalla, pero cuando lo ves físicamente hay un cambio, por mínimo que sea.

Sobre la comparación entre México y Argentina, la diferencia es clara. Argentina tiene, por decirlo con un eufemismo, una riqueza editorial, literaria y lectora que en México se ve menos. No quiero entrar en las causas, aunque tengo mis hipótesis, pero es algo evidente. No lo imaginamos, lo vemos reflejado en los números de venta. Cuando hemos estado allá, el interés por el texto es muy notorio, y ahí está la gran diferencia: en Argentina hay un interés genuino por el contenido, no solo por el objeto libro. Es una cultura con una intención de leer casi, diría, de nacimiento, y eso no lo he visto en España, México o Colombia, a pesar de que son países que históricamente tienen tradiciones editoriales.

Esto no significa que una editorial pueda hacer algo para cambiar la situación. Simplemente tienes que reconocer los contextos y adaptarse a ellos de la manera correspondiente. En Argentina, vender un libro requiere menos esfuerzo. En México, hay que hacer mucho más. En Argentina, si alguien compra tres libros, probablemente lea dos. En México, si alguien compra tres libros, quizá lea uno o medio. Son hechos, hay estadísticas que lo respaldan. Y simplemente es muy lindo darse cuenta de esas diferencias. Como editorial pequeña no hay mucho que hacer, solo queda observarlo, disfrutarlo, adaptarse a esos contextos. España, por ejemplo, es un caso increíblemente distinto, con dinámicas muy diferentes, algunas que nos encantan y otras que no compartimos. Y ahí vamos, aprendiendo sobre la marcha. Con Gris Tormenta, en estos ocho años hemos aprendido todo de manera empírica, poco a poco. Y eso es algo que cada editorial tiene que vivir por sí misma. Nos vamos adaptando constantemente a estas cosas nuevas que van apareciendo en nuestro horizonte.

Es muy fácil que un editor te dé consejos, pero es difícil que realmente te sirvan tal cual. Cada editorial tiene su propia historia, su filosofía, su forma de operar; también tiene su propio aprendizaje según sus características. Y es un proceso bonito. Hay una parte muy solitaria de leer, escribir y editar, pero también está la otra: salir, viajar, conocer lectores, escritores, traductores, editores. Es fascinante ver cómo perciben tu trabajo desde afuera, cómo cada persona refleja la editorial en un espejo distinto. Ahí te vas reflejando y lo que vas encontrando es muy rico. A veces lo incorporas a tu trabajo, otras veces solo te alimenta el ego, pero, en cualquier caso, son procesos valiosos.

Hablando de esta comunidad del ámbito editorial, ¿cuál es la relación de Gris Tormenta con otros editores en México y el extranjero?

JZ: Es increíblemente positiva, llena de energía. Es la mejor relación que te puedas imaginar. Muchas veces me he preguntado por qué es así, por qué es tan buena. Y creo —no sé si lo digo un poco en broma— que se debe a que Gris Tormenta no está interesada en descubrir nuevos autores, ni en publicar lo más reciente o lo que está de moda. Nunca vamos a competir con otra editorial por un libro, nunca le vamos a “quitar” un título a nadie. Y eso da una paz enorme: podemos ser amigos sin conflictos ni compromisos, sin posibilidad de distanciarnos en el futuro, porque somos muy distintos.

Si fuéramos una editorial de narrativa, donde la competencia es mucho más fuerte, probablemente en algún momento habríamos “ganado” una novela a un amigo editor, o él nos habría ganado una a nosotros, ya sea por contactos o por ofrecer un mejor trato. Pero como ese nunca va a ser el caso de Gris Tormenta, hay una paz que nos permite ser cercanos con todos. No somos competencia. A veces pienso que esa es la razón. Quizá no, pero me gusta verlo así.

Además, la colección Editor ha sido una carta de presentación muy linda. Es una serie de libros que le habla directamente a los editores, y eso nos ha acercado a ellos de formas que no esperábamos. Es raro lo que sucede cuando publicas un libro. Tienes una idea de lo que puede pasar, pero siempre ocurren cosas que jamás esperabas. Y una de ellas ha sido precisamente esta: la relación con otros editores. Es algo muy bonito, una gran satisfacción.

Jacobo, además de todos los proyectos que vienen para 2025, ¿cómo se imaginan a Gris Tormenta en los próximos 10 años? ¿Cuál es su visión a largo plazo?

Lo primero sería la consolidación de nuestras colecciones. Editor está más o menos establecida, pero las otras tres aún están en proceso. Es algo normal, considerando que somos una editorial joven. Ese es un objetivo claro.

También estamos empezando a planear el décimo aniversario de la editorial. Queremos hacer publicaciones especiales, como un libro en Disertaciones que conmemore estos diez años y otro en la colección Editor, que cuente cómo ha sido crearla, qué significa hacer una colección dedicada a los libros. En Miradas también tenemos ideas en mente; nos gustaría que ese año estuviera marcado por publicaciones conmemorativas y, quizá, por proyectos más lúdicos.

A largo plazo, nos ronda mucho la idea de una quinta colección. No sabemos si será posible, porque abrir una colección es fácil —hay textos increíbles para empezar una—, pero lo difícil es mantenerla en el tiempo. Que no se diluya después de dos o tres años, que no se quede sin textos o sin rumbo. Esa previsión a largo plazo es un trabajo enorme, que puede tomar años. Paisaje Interior nos llevó tres años desde la primera idea hasta el primer título; Miradas, un poco más de dos. Entonces, la posibilidad de una nueva colección está en el horizonte, pero requiere planificación.

También fantaseamos con la idea de cerrar una colección, ya sea para abrir otra o simplemente porque sentimos que ha llegado a su fin. Es algo de lo que casi no se habla, pero las colecciones son finitas. Una colección infinita iría en contra de su propia definición. Hacer que una colección de Gris Tormenta termine en el décimo aniversario sería un ejercicio interesante: observar cómo empezó, cómo evolucionó y cómo terminó.

Sería una gran idea que compartieran un libro sobre la labor editorial, incluyendo las historias detrás de cada gestión. Me parece que hay muchos investigadores y lectores que identificamos muy bien a Gris Tormenta y reconocemos el esfuerzo que implica su trabajo. En ese sentido, ¿cómo logran sostener este proyecto de manera orgánica? ¿Cuentan con un equipo que los apoye en el día a día?

JZ: Sí, por supuesto, hay personas que nos ayudan. Está Germán, quien se encarga de las revisiones de estilo, correcciones y, a veces, de pequeñas ediciones con los autores. Sin embargo, Germán también trabaja en otros proyectos, no se dedica solo a Gris Tormenta.

Liz nos apoya mucho con el inventario, el contacto con distribuidores, los envíos internacionales y la tienda web, básicamente con toda la logística, aunque también tiene otras ocupaciones fuera de la editorial.

Patricio hace un trabajo más enfocado en la edición, podríamos decir que es una figura cercana a la de director de colección. Sin embargo, es estudiante y colabora con nosotros pocas horas a la semana, además de que no vive en Querétaro.

Y luego está Luis, quien nos ayuda con la gestión de derechos internacionales, traducciones y contratos, pero su colaboración también es mínima, quizá dos o tres horas por semana, ya que tiene otro empleo.

Así que, aunque en número parezca un equipo grande, en horas de trabajo realmente no lo es. Si sumamos todo el tiempo que cada uno aporta, equivale a una o dos personas más, pero no mucho más allá de eso. Por eso seguimos siendo una editorial con pocos títulos al año. Diría que todavía somos una editorial pequeña, aunque hemos crecido y espero que ese crecimiento siga siendo cuidadoso, sin desbordarse, manteniéndose orgánico, como mencionaste.

Foto: Logo de Gris Tormenta

Jacobo, para cerrar, ¿te gustaría agregar un mensaje final?

JZ: Sí, algo breve. Antes de que Gris Tormenta tuviera nombre, exploramos varias ideas sobre lo que nos gustaría publicar. Ahora miro atrás y me da cierta gracia porque esas ideas no se parecen en nada a lo que es la editorial hoy.

Algo que nos interesaba mucho desde el inicio era no ser una editorial local ni estar asociada a un territorio específico. Tal vez sea una idea rara, pero pensábamos: si podemos leer autores de Querétaro, Japón o Sudáfrica; si podemos leer textos escritos hace un año o hace 500, ¿por qué la mayoría de las editoriales quieren pertenecer a una lengua o a una contemporaneidad? ¿Por qué todos quieren publicar la mejor novela en español de ese año? Nosotros queríamos hacer exactamente lo opuesto. Nuestro campo de acción son las lenguas que podemos leer o traducir, lo que nos permite abarcar gran parte del mundo. Y nuestro tiempo de acción es todo lo que sigue vigente, es decir, siglos de historia.

Creo que eso se ha mostrado en los libros que publicamos y es algo que me gusta mucho porque le da personalidad a la editorial. Esa mezcla de autores, ideologías y épocas nos define. 

Dicho esto, también nos encanta estar en Querétaro, porque es una ciudad que permite una editorial lenta. Aquí podemos dedicar dos o tres años a un libro sin sentir una prisa detrás. Y algo que hemos intentado hacer —no en todos los libros, pero sí en Disertaciones— es incluir siempre a algún escritor local o regional, como una manera de reconocer que la localidad es tu primer contacto con el mundo.

Solo quería mencionar eso porque es un rasgo de Gris Tormenta que me gusta mucho y que no había comentado en la entrevista.

Muchísimas gracias, Jacobo y Mauricio. Ha sido un placer escucharlos y conocer más sobre su trabajo. ¡Ojalá que Gris Tormenta continúe creciendo!

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