"Vida contemplativa" de Byung-Chul Han: o la búsqueda de la inactividad - MilMesetas

El concepto de contemplación es esencial en la tradición filosófica occidental. Su relevancia está íntimamente vinculada con el bios theoretikos y juega un rol interesante en fenómenos éticos, estéticos, religiosos. Sin embargo, la evolución del capitalismo en las últimas décadas ha debilitado su trascendencia, ya que la producción hiperactiva, con su constante explotación laboral a costa de la naturaleza, abre el paso a la despersonalización del ser humano. Por lo que la ociosidad, el tedio, el tiempo libre y la inactividad son temas que ameritan una seria reflexión.


Desde esta perspectiva, Vida contemplativa de Byung-Chul Han, ensayista y profesor de filosofía en la Universidad de Artes de Berlín (Alemania), es un libro útil y necesario. Dueño de una prolífica obra con éxito editorial en el mundo hispano, Han plantea que el exceso de productividad ha desfondado el sentido de la inactividad como una «forma de esplendor de la existencia humana». Bajo este supuesto, la obra se divide en seis apartados que, aunque no poseen una progresión metodológica o argumentativa, van relacionándose entre sí a modo de digresiones, y se intitulan así: «Consideraciones sobre la inactividad» (pp. 11-38), «Una nota marginal a propósito de Zhuangzi» (pp. 39-41), «De la acción al ser» (pp. 43-62), «Una absoluta falta de ser» (pp. 63-75), «El páthos de la acción» (pp. 77-106) y «La sociedad que vendrá» (pp. 107-120).


El primer apartado examina las prácticas rituales donde la inactividad tiene un papel esencial: la fiesta, el ayuno, el pasear, el dormir y el sueño profundo, la espera, la poesía, la pintura; actividades que exigen «una intensa pausa contemplativa». No obstante, una de las características de la cultura contemporánea es la vida acelerada, que ha transformado la sensibilidad de la sociedad hacia la mercantilización del tiempo libre. Predomina la visión capitalista del espectáculo. Han analiza la mutación de ciertas ritualidades en propósitos económicos, además profundiza en la consideración de que en el no-hacer se completa la vida activa. Para comprender una «vida lograda» el profesor coreano recupera la poética y la política del tiempo libre y la inactividad, cuya concepción conduce a un estado de desapego por el presentismo inmediato (en la mayoría de los casos aturdida por la sobreinformación). Por eso afirma: «el tedio es la cima del relajamiento espiritual» (p. 21).


En conexión con la defensa del no-hacer, el autor alude a la «doctrina de la inactividad» del filósofo chino Zhuangzi. Aborda la parábola del cocinero que con «apenas un toque» logra desmembrar un buey sin demasiado esfuerzo físico. Esta breve nota permite al autor subrayar el êthos del no-hacer y, precisamente, discutir la filosofía de la acción de Hannah Arendt y la ética de la inactividad de Martín Heidegger. Ambos referentes contribuyen a resignificar el actuar y el producir. En la obra se sugiere una crítica a la historia como desarrollo de la acción, entendida ésta como lugar del acontecimiento. Preocupado por la meditación como la capacidad para no actuar, Han considera que la meditación guía «el esplendor de lo insignificante, lo inutilizable» (p. 48). En este sentido, refresca la concepción heideggeriana de los estados de ánimo y enfatiza la importancia de la acción en Ser y tiempo (1927), pero igualmente matiza el cambio por el asombro del ser desde el tedio profundo. Así, proporciona claves interpretativas, por ejemplo, del juego y la danza desde las coordenadas de Heidegger.

Han retrata la sociedad actual que padece el aislamiento, la ansiedad y la soledad generalizada. A partir de ahí cobra relevancia el cuarto apartado: ¿es posible vivir sin sobrevivir en las sociedades que absolutizan la competencia? Ante esta pregunta, el autor presenta la «falta de ser» como responsable del exceso de producción, lo que hace perder el rumbo de la felicidad en la contemplación. Así, Han recupera de Tomás de Aquino el vínculo entre virtud moral y vida contemplativa: «Vita activa est ut ostium ad contemplativam» (Q. d. de virtutibus, q. 1, a. 12 ad 24). Con base en lo anterior, el profesor universitario afirma que la contemplación y la alabanza son formas de inactividad, lo que posibilita entender el alcance de la festividad (mas no el relajo) como modo contemplativo. Y especialmente compromete la relación entre la contemplación y el ser divino: «La contemplación de lo divino es theoría […] Los theoroí son entusiastas contempladores de divinidades» (p. 73).


Posteriormente, Han expone la concepción de Hanna Arendt sobre la vida, lo político y lo social. El autor va discutiendo detalladamente sus planteamientos de filosofía política. Este proceso de reflexión le permite criticar el «carácter demasiado estrecho de su concepto de vida contemplativa» en función de que sin vida activa la vida contemplativa es ciega. Si bien el filósofo coreano difiere de la discípula de Heidegger, propugna por reconocer el esplendor de la actividad evocando una cita de San Gregorio (¿Magno?): «la vida activa debe conducirnos a la contemplación, pero la contemplación […] debe llamarnos de vuelta a la actividad» (p. 105). Este entrecruce entre ontología social, patrística y filosofía contemporánea, amén de resultar exquisita, marca la pauta de la posición implícita de Han: el futuro de la humanidad depende más de la inactividad que de la hiperactividad.

Al final de esta cuestión, Han elogia la inactividad precisamente gracias a la reivindicación de la felicidad centrada en lo improductivo, en lo que el autor llama el «esplendor de lo impremeditado». De ahí que un tema importante con el que cierra el libro es por la preocupación temporal: ¿Qué sociedades vendrán? De acuerdo con el autor, la religión juega un rol crucial, pero actualmente está en crisis debido a una «crisis de la atención». Con tanta vida activa se pierde el acceso a la religión. Por lo que respecta a su concepción de religión, apuesta por la escucha y el silencio, desde la comprensión romántica de la naturaleza, según la cual el rasgo esencial de ésta es la inactividad. De tal forma, que uno de los antídotos que sugiere el filósofo al exceso de producción mercantil, al desfondamiento del ser y la digitalización de los espacios privados, es la romantización del mundo (p. 117). Por eso, Han ofrece una relectura de Novalis, sin duda el escritor más representativo del romanticismo.


En suma, el ensayo de Han resulta útil y necesario por su capacidad para reflexionar la inactividad como modo de ser y sugerir el reencantamiento ecocrítico de la contemplación. El libro podría recomendarse como lectura edificante ya que no ofrece soluciones específicas. El estilo de Han reclama una lectura filosófica al que diversas fuentes acreditadas han apuntalado (sobre todo de la filosofía ambiental y la llamada «ecosofía»): solo cuidando la naturaleza es posible pensar en el futuro de la humanidad.

B.-C. HAN, Vida contemplativa. Elogio de la inactividad, Taurus, Ciudad de México 2023,
140 pp.

Déjanos un comentario