Un par de entre mil, quizás menos, son las veces que las “recomendaciones” de Spotify me resultan interesantes o atractivas. Lo cual me deja un poco tranquilo, pues, al parecer, su algoritmo no ha logrado descifrar mis “gustos musicales”. O todavía no cedo la información suficiente o calcular una cosa tal, con precisión, es aún imposible. Y es que, ¿cómo se calcula el gusto musical? “Eso” que encontramos en una canción, que nos engancha y que nos hace repetirla una y otra vez, que nos genera un genuino interés por el grupo o artista en cuestión para, finalmente, llevarnos a escuchar toda su producción musical. Entonces se nos abre un ámbito de melodías y ritmos, desconocidos o conocidos, nuevos o viejos, pero siempre desde una voz nueva y diferente. Encontramos con agrado que es posible cantar las mismas cosas de una manera distinta y, por qué no, en otro idioma.
Esto mismo me sucedió hace poco cuando, por error, el algoritmo de Spotify me propuso escuchar “Romansu sengen” (ロマンス宣言) de Kaneko Ayano (カネコ アヤノ). Desde el inicio la canción atrapó mi atención, me distrajo de lo que estaba haciendo, agudizó mi oído y no me permitió despegarme hasta la última nota. Es una canción breve, dura apenas 2:29. Por lo que, al finalizar, no tuve más remedio que repetirla para saber si había escuchado bien. Dos o tres repeticiones después, terminé por ponerme los audífonos para escucharla mejor otras tantas veces más.
“Romansu sengen” es una canción sencilla, con una melodía y ritmo sencillos. No hay en ella nada del otro mundo, aunque venga del otro lado del mundo. Y, sin embargo, es una canción que atrapa de inmediato. Todo comienza con el bajo y la batería, breve preludio que marca el ritmo apresurado de toda la canción. Después, los acordes de la guitarra y ese riff sencillo en delay, tocando una melodía alegre, nos introducen de lleno en la canción. Posteriormente, con los primeros versos, la voz de Kaneko y esa musicalidad silábica característica del japonés, traen a cuenta la melodía. Finalmente, el estribillo, el alma de la canción, donde el bajo acompaña a la perfección cada sílaba, acelerando y cambiando el ritmo de manera sutil. Un segundo verso y la reiteración del estribillo, que no abandona ya la escena, concluyen la composición.
De la letra puedo decir tanto como el traductor de Google me lo permita. Entonces, mejor no digo nada. Pero no necesito conocer su contenido para disfrutar cómo suena en la voz de Kaneko. Me basta con esa musicalidad propia del japonés y el modo como ella lo aprovecha para la composición, sobre todo del estribillo, donde la letra fluye con la música de manera perfecta. “Romansu Sengen” es una canción que, de principio a fin, nos lleva del oído por un camino tan alegre como vertiginoso y emocionante, como cualquier “declaración de amor”. Y me bastó escucharla para querer oír el disco completo y buscar más información sobre su compositora.
Con cierto desconcierto, encontré muy poca información sobre ella. La que hay está sólo en japonés, salvo algunos breves textos en WordPress sobre sus primeros discos.[1] Me di cuenta de que Kaneko es una artista que, a pesar de su gran calidad, ha mantenido un perfil bajo al interior de la escena musical japonesa.
Con lo poco que pude hallar (¡gracias traductor de Google!) me enteré de que Kaneko Ayano es una cantautora japonesa de 27 años (1993), nacida en la ciudad de Yokohama, capital de la prefectura de Kanagawa, en la tierra del sol naciente. Influenciada por bandas como Happy End (はっぴいえんど)[2], Tama (たま)[3] y Chattomonchy (チャットモンチー)[4], o cantautores e intérpretes como Jun Togawa (戸川純)[5] y Machida Yasushi (町田康)[6], Kaneko comenzó a escribir sus propias canciones mientras estudiaba en la universidad. Ante la aprobación y el impulso de sus compañeros, decidió dedicarse a la música de lleno, resultando este esfuerzo en su debut musical en mayo del 2012, con un mini álbum autoproducido, titulado Inzei Seikatsu (印税生活). Hasta el día de hoy, cuenta con cinco álbumes de estudio, varios sencillos y una grabación en vivo.[7]
Los álbumes de estudio son Raise wa idol (来世はアイドル, 2014); Koisuru wakusei (恋する 惑星, 2015); Muretachi (群れたち, 2017); Shukusai (祝祭, 2018); y, el más reciente, Sansan (燦々, 2019). Los dos últimos cuentan, cada uno, con su propia versión “en solitario” (Hitorideni, ひとりでに), donde, acompañada tan sólo de una guitarra, Kaneko interpreta los temas de ambos discos. Ningún álbum tiene desperdicio y, en conjunto, constituyen una propuesta sólida y original de una artista musical de la escena indie japonesa que, si bien nunca ha tenido los reflectores encima, ni ha contado con la proyección que otros artistas del país nipón han tenido hacia occidente, no podemos pasar por alto.
Sin hacer cosas demasiado complicadas y con una fórmula clásica, pero con gran creatividad, gran calidad musical, arreglos brillantes y una voz melodiosa, Kaneko consigue construir y ejecutar composiciones que trascienden toda distancia, espacial y lingüística, para transmitirnos musicalmente su manera de cantar las cosas. La música de Kaneko tiene “eso” que, una vez que la escuchamos con atención, nos alienta a compartirla, pues hay algo en ella que merece mucho la pena.
Como prueba de ello, me remito ahora a cinco canciones pertenecientes a sus dos últimas producciones que, junto con “Romansu Sengen”, me han convencido de la gran calidad musical de esta cantautora.
Junto con “Romansu Sengen”, “Emerarudo” (エメラルド) y “Joshou” (序章) forman parte de Shukusai. En “Emerarudo” resaltan tanto el acompañamiento y los punteos del banjo, como la voz de Kaneko, que en esta canción nos permite apreciar la amplitud de su registro:
Por otro lado, nuevamente la voz de Kaneko, entre notas largas y continuas, y armonizada por una guitarra melancólica, hacen de “Joshou” un deleite:
Los otros tres temas son “Sezon” (セゾン), “Hikari no kata e” (光の方へ) y “Ai no mama o” (愛のままを) pertenecientes a su última producción, Sansan. La voz de Kaneko y los acordes de la guitarra, seguidos de un firme acoplamiento entre el bajo y el punteo de la guitarra, le dan a “Sezon” una fuerza y ritmo que se mantiene de inicio a fin:
“Hikari no kata e” nos presenta algo así como un “country japonés”:
Finalmente, la evolución de “Ai no mama o” por distintos cambios de ritmo, así como la diversidad de voces con que la guitarra se hace presente y acompaña la melodía entera, hacen muy disfrutable esta pieza:
Es una oportunidad inigualable la que tenemos en este tiempo en el que, a la vuelta de un clic accidental o de la recomendación del algoritmo (de dudosa eficiencia) de alguna aplicación, podemos encontrarnos con la música de artistas muy talentosos de todo el mundo. Y escucharlos por el puro gusto de escuchar y disfrutar la música. Sin la necesidad de que medie una gran promotora musical que produzca la música en masa, la empaquete y nos la quiera meter hasta por los codos, reproduciéndola ad nauseam. En esa “democracia” del internet encontramos a una artista de la calidad Kaneko Ayano. Que conste esta primera colaboración como una alegre invitación a escuchar atentamente su música.
[1] Sobresalen las publicaciones de nostalgicrocknrolla, quien ha seguido atentamente a Kaneko desde 2017.
[2] Banda de folk rock de finales de los sesentas y principios de los setentas, de suma importancia para la escena del rock en japón. Y ya encarrerados en recomendaciones, no está de más dejar aquí una invitación más: Happy End.
[3] Agrupación de J-Pop de los noventas que no tiene desperdicio. Aquí un claro ejemplo: Tama.
[4] Banda femenina de rock de principios del siglo XXI y activa hasta 2018. Una probadita: Chattomonchy.
[5] Actriz y cantante de pop, activa desde los 80’s. Un ejemplo de su producción musical: Jun Togawa.
[6] Poeta, actor y cantante de punk rock de finales de los 70s: Machida Yasushi.
[7] Cf. la entrada de Wikipedia para カネコ アヤノ, así como su Sitio oficial.
Déjanos un comentario