Los ojos del mundo se posaron en Alice Munro (1931) cuando le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura en el 2013. Hasta entonces, la veterana escritora canadiense quizá no era tan conocida fuera de los países de habla anglosajona. Sin embargo, luego del Nobel, las traducciones a distintos idiomas no se hicieron esperar, deleitando así a los lectores de diferentes culturas con una prosa de la más alta calidad y de una hechura exquisita.
La Academia Sueca le otorgó el galardón por: “Ser la maestra del relato breve contemporáneo”
Munro ha hecho de los cuentos verdaderas obras maestras, no por nada es conocida como la “Chéjov canadiense”, pues en una breve extensión de palabras logra crear universos enteros, enfocados en las obsesiones de Munro: las relaciones sociales, personales, familiares, amorosas. Personajes ordinarios con una vida cotidiana que esconden una torrente de emociones, angustias, miedos, deseos, tan comunes a todo ser humano, pero tan complejos que resulta una hazaña describirlos. Sin embargo, Munro lo logra a la perfección y su habilidad narrativa nos engancha de inmediato en el relato.
Nacida en un pequeño pueblo de la provincia de Ontario, en la costa este de Canadá, lugar donde se ubican muchos de sus relatos y sirven de inspiración para hablar de la vida rural de la mitad del siglo XX, ha publicado hasta entonces más de una docena de libros, en su mayoría de cuentos, aunque no son indiferentes algunas novelas, presentadas como relatos entrelazados, como Las vidas de las mujeres(1971) y Something I’ve Been Meaning to Tell You (1974).
En 1986 publica Las lunas de Júpiter (Debolsillo, 2013. En inglés The Moons of Jupiter) una serie de relatos donde explora la diversidad de las relaciones familiares y amorosas, no sólo en su capa más superficial que sería lo que ven los demás sino en las mismas entrañas de quienes sostienen ese lazo. Así, como si de un cirujano se tratara, Munro disecciona los sentimientos de sus personajes para exponer el complejo mecanismo de pensamiento y sus reacciones, las cuales estudia con lupa para magnificarlas en sus personajes, puesto que en la vida real se presentan como cosas tan sutiles, pequeños gestos, modulaciones de voz, postura del cuerpo, que normalmente son ignoradas pero no por eso, menos importantes.
“Leer a Munro es adentrarse en el mundo original y distinto que cada persona construye. Y descubrir que hay muchas cosas que se nos habían pasado por alto, que merece la pena seguir indagando, seguir viviendo. Nosotros estamos incluidos en el universo de los cambios.” –Soledad Puértolas
Los cuentos que componen este libro, once en total, nos transportan a momentos cotidianos que, no obstante, tienen un aura de extrañeza. Lo anterior permite la reflexión de quien está narrando, pues en su mayoría siempre están en primera persona, y a su vez, mantiene la tensión propia del género cuentístico.
El libro inicia con el relato “Los Chaddeley y los Fleming” un cuento que se divide en dos partes (relatos diferentes pero con los mismos personajes) donde narra, en la primera, cómo una niña percibe a la familia de su madre, con esa alegría e inocencia infantiles, y en la segunda parte, cómo esa misma niña ya adulta -y con una propia familia- vuelve a encontrarse con sus parientes maternos desde una perspectiva totalmente diferente, lo cual no sólo modificará su historia personal entera, sino las circunstancias de su presente. Final sorpresivo asegurado.
Otro relato que se divide en 13 secciones es “El autobús de Bardon” la historia de una mujer que recuerda al hombre que parece ser el amor de su vida, aunque no siga con ella. Suena a una típica historia de amor, sin embargo, la aguda mirada de Munro hace de esta trama tan trillada algo novedoso al describir a la perfección los sentimientos encontrados no desde la mente del personaje, sino a partir de las cosas que hace, lo que compra en el supermercado, la relación con sus amigos, lo que recuerda, sueña, etc.
Otros cuentos de temáticas amorosas incluidos en este libro, son “Prue” y “Accidente”. En el primero una mujer de la mediana edad reflexiona sobre la relación intermitente con una de sus parejas y cómo ambos siguen juntos sin esperar realmente nada. En el segundo, de mayor extensión, una maestra de música sostiene un tórrido romance con el profesor de ciencias de su misma escuela, los encuentros fortuitos en el almacén del laboratorio resultan bien hasta que el hijo del profesor sufre un terrible accidente que cambiaría la vida de todos.
Y no sólo en la juventud el romance y la amistad se ponen en juego, también ocurre en edades más avanzadas como se presenta en “La señora Cross y la señora Kidd”, dos mujeres de provincia que se conocen desde la infancia y van a dar al mismo asilo, su amistad es rutinaria y amable hasta que un nuevo integrante llega al edificio: un hombre más joven y mudo que acaparará la atención de una de las mujeres. Continuando con el tema del amor, esta vez ya fallido, Munro nos presenta tres personajes ya maduros que realizan un viaje en coche mientras cuentan sus experiencias sentimentales en “Historias desafortunadas” un relato lleno de ironía, reflexiones y frescura sobre situaciones que a todos como seres humanos nos ha tocado vivir alguna vez.
En “La temporada del pavo” y en “Cena del día del trabajo” las visiones son más adolescentes e inocentes, pero no por eso menos complejas ni menos retorcidas; en el primero una muchacha experimenta por primera vez lo que es la tensión sexual en su trabajo de invierno: un matadero de pavos. En el segundo relato, varios jóvenes, hijos de dos familias amigas, exploran sus personalidades y descubren deseos en una cena familiar, mientras los adultos son testigos, e incluso guías, de todo.
Por último, el relato que titula al libro, “Las lunas de Júpiter”, resulta ser el más entrañable de todos, no sólo por el tema tan delicado y sensible: la inminente muerte de un padre, sino por la torrente de sentimientos y emociones que eso despierta en quien experimenta tal angustia, algo difícil de describir y aún más difícil de plasmar de una forma tan espléndida, sin caer en cursilerías o moralejas, como lo hace Alice Munro.
Cabe mencionar que este libro es sólo una pequeña muestra de la maravillosa producción literaria de Alice Munro, la cual demuestra que el cuento es una expresión artística no menos valiosa que la novela, que ha tomado mucha fuerza desde el XX hasta la fecha, y que través de éste se pueden lograr narrativas extraordinarias, con ayuda del lenguaje y la precisión, sin una trama tan compleja o extensa. Es muy importante recalcar la distinción del premio Nobel a una cuentista, ya que indica una revaloración no sólo de la literatura de Alice Munro, ni sólo de la literatura canadiense, sino de todo un género universal. Y este libro es una buena manera para acercarse a la buena narrativa breve.
Por @Melissa Campos
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