¿Sí o no? - MilMesetas

¿Sí o no? Hay situaciones en las que mi postura es así de clara. Casi diría que inflexible. ¿Quieres o no quieres? ¿Quieres o no quieres? ¿Acaso esto se podría “querer”? ¿Quién en su sano juicio podría desear algo como esto?

He atravesado la ciudad (¡qué digo la ciudad, la vida!) con esa penosa sensación de que cierto destino me alcanzaría. Y me pregunto de nuevo: ¿sí o no? ¿quieres o no quieres? Y es que eso dice el papel; primero que sí, luego que no. Y yo francamente digo que sí. Pues ante cualquier adversidad (porque eso es ¿no?) lo primero que uno tiene que hacer es ser honesto consigo mismo y, en todo caso, reconocer en qué medida cada “acontecimiento” es una causa o un efecto. 

Entre que sí, entre que no. En medio de este predicamento lo que más me molesta es no poder decidir cómo me siento.  Respiro. Seguramente mi rostro está rojizo pues mis cachetes y mi frente están calientes. En mi pecho siento un ligero apretón. Hasta el momento no es de miedo (¿debería sentirlo?) sino de franca incertidumbre. 

Digo que me molesta no poder decidir cómo me siento porque literalmente me encuentro, además de incierto, repasando en mi cabeza todos los pensamientos que he tenido  en mi vida alrededor de la inminente posibilidad de vivir este momento. El de la noticia (posible, porque el papel dice que sí y luego que no). 

De entre la ráfaga de pensamientos, recuerdos, ideas, prejuicios y saberes hay dos pensamientos que resuenan con particular fuerza:

Contexto. Mi hermana trabaja en la farmacia de una clínica de detección. Desde allí ha podido ser testigo, en esos pequeños momentos mientras entrega el preciado medicamento, en cosa de minutos, de cosas aberrantes. Ejemplo del lado más oscuro y pestilente de nuestra desarrollada especie. 

Un joven de escasos recursos al que no hace mucho le entregaron un diagnóstico reactivo.
Para completar un último trámite que le permite recibir su medicamento, tiene que presentar una copia de su identificación.  En un indiscutible acto de discriminación en la papelería cercana a la clínica, encuentran la manera de extorsionarlo. Para devolverle su identificación le piden  doscientos cincuenta pesos que no tiene. Vuelve a la clínica. Llora desesperado pidiendo el medicamento (¿Cómo habrá sido previamente todo el proceso hasta llegar allí?). Después de hablar con distintas personas por fin le dan luz verde, entonces llega a mi hermana. Le cuenta su desgracia. Su día de mierda. Desconsolado de veras. No es drama, es la vida. Además en el transcurso de la semana su domicilio fue saqueado por sus vecinos, luego de enterarse sobre su estatus. 

La piel se me enchina mientras lavo los trastes y entonces le digo a mi hermana (casi como preparándola para esa posibilidad) digo— es que ¿sabes algo? Creo que yo vivo con más miedo de vivir algo así que de ser positivo. Las personas como yo vivimos alertas, pues en cualquier momento cualquier persona cerca de ti podría sentirse agredida por nuestra sola existencia. Sin saber quiénes somos, de dónde venimos, lo que nos gusta, cuál es nuestra historia o cómo es nuestra vida—. Ella claramente se sacó de onda y noté en sus ojos cierto asombro, un poco de sorpresa y susto.  Admito que yo en su lugar me habría preguntado: ¿Qué quiere decir mi hermano? Para calmarla le digo que eso no significa que viva mi vida sin responsabilidad. Esa pesada palabra que en este contexto está más llena de prejuicios que de ética y de empatía.

Fuente: https://i1.wp.com/noticieros.televisa.com/wp-content/uploads/2017/02/15233153983-5b95da6e68-b.jpg?w=1024&ssl=1

Mi historia.  Se extiende en mi cabeza una línea del tiempo que repasa mi historia. En ésta veo las distintas cosas que componen mi vida y entre ellas mi familia. Recorro los acontecimientos que me han definido. Así distingo quién soy y reconozco que sin saberlo decidí, en defensa propia, coger el papel del muro de contención. Descubrí tal fuerza en mi que me creí capaz de transformar no solo mi vida, sino la de quienes me rodeaban. Tomé el papel imposible. No tiene costo, es como es. Nuestro carácter es un color que resulta de la mezcla de tantas y bastas cosas que atraviesan la vida. 

Me cansé. Un día le pedí a Dios y a las estrellas que lo detuvieran todo, pues yo simplemente no encontraba la manera técnica de dejar de ser un muro. Es difícil cuando se tiene la intuición de un evento al que te sientes destinado. 

Miedo. Miedo de ser tal y como soy. Miedo de que no me importe. Miedo de exigir. Miedo de soltar. Miedo de caer. Miedo de dejar caer. Miedo de que las cosas exploten.  

Yo no sé si la gente se muera por coger. A mí no me importa si creen que soy una basura. Yo tengo una historia, una jodida vida que me quebró. Que estuvo a punto de terminar con mi espíritu pero no lo logró. 

Sí, estoy en el suelo. Me cago de miedo del mundo externo. De la burla, del prejuicio, del asco, de la dependencia de una institución, de muchas pinches cosas. Mi decisión siempre ha sido vivir. Con amor y en armonía. Y lo he logrado. 

¿Sí o no? ¿Quieres o no quieres? Sí, soy responsable. (Yo lo causé, no lo busqué, lo esperé). Quiero vivir. Amo la vida y todos sus hermosos regalos. Por fin siento que puedo ponerme al centro de mi vida. Me cago de miedo, pero estoy tranquilo. 

Este texto fue escrito entre las estaciones Insurgentes- Juanacatlán del metro de la Ciudad de México y en la sala de espera de resultados de la Clínica Condesa en alguno de los últimos días de septiembre. Finalmente el 1 de octubre de 2018 sabía que podía estar tranquilo. ¡Qué privilegio! Uno de mis maestros, como muchas otras personas, dicen bien: hay otra pandemia que no ha terminado.

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