He aquí que os dejo un nuevo mandamiento - MilMesetas

El primer mandamiento del decálogo cristiano ordena amar a Dios por sobre todas las cosas. ¿A quién putas se le ocurrió ordenar amar (independientemente de su existencia) a un ser divino? Ya es empresa difícil amarse a sí mismo, y bastante complejo amar de verdad a un prójimo real y tangible sin la proyección de una imagen ideal (el estúpido concepto de la media naranja como complemento) haciendo uso de nuestro sistema límbico, obedecer ciegamente amar por mera ley absurda a un ser mitológico, resulta un poco disparatado, pero aun así, hay gente que cree que ama a Dios.

Coincido con Nietzsche cuando dice: “¡Casi ya dos milenios y ni un dios nuevo!”. No creo ser el único que ya está asqueado del Dios que le fue asignado, ese que según el buen libro, ya cuenta con la adoración perpetua de sus ángeles, pero que no le es suficiente tanta reverencia y todavía anhela ser adorado por nosotros durante toda la eternidad, y si nos negamos al propósito por el cual –supuestamente 1 Corintios 10:31– fuimos creados, nos espera el crujir de dientes en el lago de fuego.

Qué ser más aberrante es ese Dios que nos han vendido como infinitamente bueno y misericordioso, que no es sino un personaje con un severo trastorno de personalidad histriónica necesitando ser el centro de atención a toda costa, tan es así, que ha colocado en primer lugar un mandamiento como el más importante de todos, ordenando a su creación, amarlo…

Ese Dios está perdiendo la batalla por jugarle al misterioso, ya le queda poco tiempo de vida, pero tiene un último chance para resurgir de sus cenizas; necesita urgentemente leer a San Dussel y su otredad para entender que su ser perfecto, divino y amoroso únicamente puede alcanzar su sentido máximo en tanto su relación íntima con el otro (todo ser vivo que comprende su creación), y de paso cambiar su nombre indiferente y vale madre del “Yo soy el que soy”, a “Yo soy tú”… También podría mandar a su chavo por segunda vez a dictar un nuevo mandamiento que anule los otros diez, uno que ordene lo que siempre ha necesitado su pueblo. Imagino a un Jesús prieto y narizón bajando del cerro de la Estrella diciendo con voz de trueno algo más o menos así:

He aquí que les entrego un nuevo mandamiento que deroga toda ley anterior escrita en los viejos testamentos, éste es pronunciado directamente por los labios del Padre a modo de decreto inquebrantable que no necesita ser tallado sobre piedra porque será ejecutado de forma inmediata: Todo ser que respire tiene derecho a la vida y al amor (1 Javier 1:1).

Podría sonar redundante, pues si respira, ergo, está vivo, pero no todo el que está vivo, vive… Y Dios se ha preocupado durante eones por ser amado, que se ha olvidado de amar-nos. Los Beatles lo entendían perfectamente –All you need is love–, ¿Por qué Él siendo perfecto, no entiende las necesidades básicas de su pueblo? Quizá porque no es…

Silvio nunca se equivoca y me ha regalado la frase perfecta para terminar mi homilía blasfema producto de mi insomnio: “Allá Dios que será divino, yo me muero como viví”.

Por Javier Hernández.

Déjanos un comentario