“Priorizamos la parte lúdica”: Jorge Rodríguez Olvera o la odisea de Eólica Grupo Editorial - MilMesetas

En el fascinante mundo de las editoriales de Querétaro, exploramos la esencia de la gestión editorial junto a Jorge Rodríguez Olvera (1987), mente maestra detrás de Eólica Grupo Editorial. Jorge Rodríguez Olvera es Licenciado en Artes Visuales con especialidad en Artes Plásticas por la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha desempeñado cargos de gestión cultural en los ámbitos público y privado. A través de una década de constante evolución, en esta entrevista, Rodríguez Olvera comparte sus reflexiones sobre la llamada “independencia editorial” y revela la motivación principal que hay detrás de los procesos editoriales que han definido a Eólica. Desde desafíos en la supervivencia hasta adaptaciones durante la pandemia, descubrimos el vibrante panorama editorial regional. Acompáñanos en esta conversación que desentraña las raíces, desafíos y futuros de las editoriales en un mundo en constante cambio.

Definitivamente es todo un tema la llamada independencia de las editoriales. En el caso de Eólica Grupo Editorial, ¿cómo la percibes? ¿Acaso te gusta definirte como editorial independiente?

Creo que no existen editoriales independientes porque las editoriales obedecen a ciertos criterios que se determinan desde la dirección o desde los consejos editoriales. Y bueno, pudiera entrar en el juego: hay quienes dicen que son independientes porque no reciben apoyo, se autogestionan; hay que quienes dicen que son independientes porque tienen el control total de los títulos o de los temas que publican, pero, a fin de cuentas, eso se decide desde los consejos o la dirección de cada editorial. Pensando en la parte histórica, “editorial independiente” es una palabra que se utilizó mucho en los años setenta u ochenta, pero creo que actualmente ya es bien difícil ser enteramente independiente. Creo que la situación por la cual vivimos y pasamos las editoriales, tenemos que hacer un poco de todo, desde meter convocatorias, buscar recursos, trabajar en gestiones. Es lo que pienso.

Hace una década más o menos coincidí contigo en la Facultad de Filosofía (UAQ) cuando comenzaba la revista Enchiridion, hoy muy conocida. Tengo la impresión de que has persistido en la gestión editorial. ¿Podrías contarnos cómo nació la idea de crear Eólica?

Tengo este interés de difundir y dar a conocer el trabajo de artistas, porque antes estaba más enfocado en la parte visual. Pero a partir del primer libro que hicimos, creo nos empezamos a dar cuenta de que había un mundo que era el editorial y que no conocíamos: de las impresiones, el ISBN, el código de barras, las casas editoras. Esto nos llamó mucho la atención y decidimos empezar. De pronto fue: “Vamos a hacer un libro. ¿Qué necesitamos para hacer un libro? Necesitamos tener una editorial. Ok, hagamos una editorial. Necesitamos tramitar un ISBN. Ok, tramitemos un ISBN”. Si de pronto teníamos que constituirnos como una sociedad, lo que decíamos era “Hagámoslo”. Para nosotros, todas las actividades que hacemos –no quiero decir que son un juego­– pero son procesos lúdicos. Cuando tenemos estos procesos, como que los tomamos muy en serio. En esta actividad lúdica de los proyectos, evidentemente, hay ciertos requisitos o formalidades. Me gustaría pensar que priorizamos la parte lúdica de los procesos editoriales y que todo lo demás son meros requisitos. En el caso específico de Eólica, no se pensó primero en toda esta parte formal, sino más bien íbamos viendo qué se requería. No podría decirte cuál fue el primer libro, porque hubo libro, pero no tenía el ISBN ni tenía marca. Ya después pensamos en conformar una editorial y viene toda esta historia de nuestro primer libro y los otros libros que han surgido. Entonces, es difícil tratar de detectar en dónde exactamente comenzó Eólica, más bien creo que hubo muchos ejercicios previos. Y considero que todavía seguimos haciendo muchos ejercicios, que todavía nos falta mucho y aprendemos en cada libro.

En este proceso de constante aprendizaje en el mundo de los libros y del arte, ¿qué editores y editoriales te inspiran, que tomas de referencia por sus colecciones, sus formas de maquetar, sus tipografías o incluso sus diseños a lo largo de toda esta década de labores editoriales?

Ya justamente cumplimos diez años de haber firmado el Acta Constitutiva. Con relación a la pregunta, es curioso porque a mí me gusta pensar que tenemos muchísimos maestros que ni siquiera saben que son nuestros maestros, pero que les hemos aprendido mucho. Aquí en Querétaro, por ejemplo, fue Manuel Cruz, definitivamente; con él tomamos varios talleres y tuvimos varias pláticas, tuvimos la oportunidad de ver su trabajo cuando estuvo en el Fondo Editorial de Querétaro. Específicamente hablando de editoriales, creo que hay muchas muy interesantes. Hace un rato comentabas que tuvimos la oportunidad de conocernos en Filosofía, y a mí siempre me ha gustado estar en el mundo editorial, pero como observador. Me parece bien interesante ver que cada editorial está muy decidida a su vocación y tiene bien decidido su nicho y bien definida su manera de hacer las cosas y sus intereses. De tal manera que incluso podemos colaborar. Podríamos hablar de que todas tienen ciertas bondades —al menos las que conozco en Querétaro— y se les puede aprender algo.

¿Qué caracteriza el catálogo de Eólica y cómo ha evolucionado a lo largo de esta década?

Eólica, desde sus inicios, se planteó ser una editorial que creara publicaciones de gran valor visual. Algo que quizá no muchos sepan es que en Eólica nos interesa mucho el diseño gráfico y visual. Yo no escribo, no soy escritor, pero a mí me gusta la lectura, me gusta el libro como objeto y lo visual. Gran parte de los que colaboramos en la editorial no nos dedicamos como tal a la escritura, a diferencia de muchas otras editoriales, que son de escritores o administradas por escritores. Desde los inicios, nos hemos planteado como una editorial que realice publicaciones, como te comentaba, de gran valor visual definitivo, dirigidos a la conservación, difusión y dignificación de contenidos de artes y humanidades. A partir de estos diez años, yo creo que sí lo hemos conseguido. Hemos tratado de ubicar en Eólica varias colecciones. Tenemos una colección en español y en otomí que trabaja justamente en la difusión de la lengua indígena. Tenemos otra colección (que ha sido la que nos ha mantenido a flote) que es la colección Académica, que trabajamos con universidades, con instituciones, y la intención es dar a conocer el trabajo de investigación de alumnos que están cursando algún posgrado. Tenemos otra colección en donde trabajamos con artistas visuales, con escritores, porque lo que interesa es presentar literatura, traducida en otros idiomas, ilustrada por artistas. Creo que buscar la participación con otras disciplinas nos ha mantenido atentos a generar productos y estas colecciones han perfectamente encajado. Hemos tenido un panorama muy amplio que nos ha permitido gestionar y trabajar cada publicación o colección. Cabe mencionar que Eólica regularmente trabaja con proyectos culturales, hacemos talleres, actividades lúdicas y educativas que, al estar trabajando en comunidades, se va vislumbrando la proyección editorial de un material. Esto también nos ha gustado mucho y nos ha permitido trabajar, corregir, adecuar, quitar, poner y al final lograr productos muy bien cuidados.

Jorge, en tu experiencia editorial, ¿qué desafíos has enfrentado?

Para Eólica creo que el desafío más grande ha sido sobrevivir. Para la editorial ha sido muy importante —tomo esta palabra— la dignificación del trabajo. Nosotros colaboramos con artistas, productores artísticos y escritores, y siempre buscamos la manera de que sea redituable. Eólica es un negocio editorial y creo que, en todas las actividades culturales, artísticas y literarias, los actores con los cuales trabajamos han realizado un trabajo y es digno que se les pague por haberlo hecho. Esto conlleva conseguir recursos para pagar en todos los proyectos a los que colaboran, participan y laboran dentro de la editorial y, evidentemente, pagar las publicaciones en papel. Para mí el reto más importante y fuerte es cómo lograr que esto sea un negocio redituable como cualquier otro negocio. Ya todo lo demás creo que son situaciones que se pueden platicar y debatir. Evidentemente, la distribución es un tema importante, pero se busca la manera de encontrar nuevos espacios. Mi preocupación principal es mantener la empresa a flote.

En el contexto de la pandemia por el Covid-19, ¿qué estrategias tomaron ustedes para seguir manteniéndose a flote en el mercado? Resulta interesante saberlo ya que hubo algunas editoriales les fue bien por su infraestructura en el libro digital, pero hubo otras quebraron; si ya de por sí se les estaba haciendo difícil mantenerse, resultó todavía más difícil sobrevivir por el confinamiento.

Pues tuvimos que hacer lo que muchos negocios hacen: adaptar. En la familia fue algo muy feo, emocionalmente abrumador. Querer mantener una buena actitud en un ambiente tan desagradable era difícil. Pero, pensando en las estrategias que tuvimos, hacíamos entregas a domicilio gratis y hablábamos de nuestros libros. Esto funcionó un poco, creo que también todo fue evolucionando. La familia tuvo momentos muy difíciles de estira y afloja, y creo que también lo fuimos viviendo aquí en la editorial. Creo que después sí fue muy difícil y lo que hicimos fue contraer. Fue un proceso de hibernación no voluntario, pero tuvimos que hacerlo, como entrar en un momento de congelamiento; tratar de permanecer inmóviles para no gastar la energía y mantenernos con vida. Y así logramos sobrevivir. Esa fue nuestra experiencia editorial.

A propósito de la gestión cultural que acompaña sus proyectos editoriales, ¿por qué se lo plantearon y cómo lo están haciendo?

Bueno, tú sabes que la actividad editorial conlleva muchos procesos. En Eólica nos hemos involucrado en todos: desde la distribución hasta la difusión en los canales adecuados. A mí me gusta mucho pensarlo de esta manera: Eólica ha trabajado siempre de atrás hacia adelante. En decir, siempre hay que pensar en el público al que va dirigido el libro: si va a ser un libro infantil, un libro para público mayor o qué tipo de libro será. Esto definirá qué formato se utilizará, la tipografía, el material, la corrección, la dictaminación, a qué escritor buscará. Eso nos ha funcionado. Considero que ha sido muy práctico.

En cuanto a la discusión del libro digital, ¿cuál crees que sean las fortalezas y debilidades que sigue teniendo el libro físico?

Ahora que los colegas de Gris Tormenta tuvieron un diálogo ni siquiera del libro sino del audiolibro, o algo también diferente, esto es muy interesante. Creo que Eólica ahorita no está en el proceso de hacer audiolibros, porque es otro canal, otro tipo de público, otras herramientas. Claro que nos gustaría y, por supuesto, vamos a llegar allá. Pero ahorita nosotros seguimos trabajando en la parte material. Para nosotros es muy importante la parte manual, tenemos un taller de encuadernación en donde hay alumnos que imprimen con nosotros. Hacemos libretas y talleres infantiles. Creo que la vocación de Eólica sí está dirigida a la parte material, al menos por ahora, sin dejar de lado, evidentemente, el mercado digital.

En Querétaro hay muchas pequeñas editoriales y creo que tú has convivido con varias de ellas.  ¿Cómo describirías tu relación con la comunidad de editores de Querétaro y del Bajío?

Pues yo creo que la relación que tengo con las editoriales es buena. Me parece obvio ver la vocación de cada una. No encuentro algún tema con las editoriales. Es muy padre siempre coincidir con otros proyectos editoriales. Digo: “ah, qué padre, nunca se me hubiera ocurrido o yo lo hubiera hecho de esta otra manera”. Evidentemente, en el mundo editorial hay una gran diversidad o manera de hacer las cosas, cada una va a responder de manera diferente. Pero es muy cordial la relación que Eólica tiene con algunas ellas.

Foto: Acervo de Éolica. Cortesía del editor.

Desde tu perspectiva, ¿cuál es la función social que desempeñan las editoriales independientes en las manifestaciones culturales?

Pues es que es importantísima, el editor evidentemente trabaja para un público. Las pequeñas editoriales justamente dan voz a los pensamientos e intereses de la sociedad. Creo que en las editoriales independientes se busca dar voz a los autores o temáticas que no son tan reconocidas. Ahí la figura del editor es importante, porque el editor es a fin de cuentas un curador, que va a proponer o socializar un artista o un escritor. Por algo lo hacemos y es lo debido. La sociedad se apoya mucho en el editor y el editor tiene la responsabilidad de llevar al público buenos libros. Hay editoriales que no se quieren mover así, pero creo que las editoriales de nueva creación comienzan a trabajar con esta idea.

Jorge, por otro lado, ¿qué áreas de oportunidad observas en la política cultural de Querétaro relacionada con la producción y difusión de libros? Te podría contar, por ejemplo, que sigue haciendo falta una política bibliotecaria en la entidad que posibilite regular la bibliografía estatal, o acuerdos entre la Secretaría de Cultura y las editoriales locales para la compra y distribución de su catálogo en la Red Estatal de Bibliotecas Públicas.

De que hay muchas cosas que hacer, hay muchas, pero más bien aquí la cuestión es quién debe de hacerlas o quién propone hacerlas. Es decir, estaríamos aceptando o admitiendo que la administración pública debe de hacerlas o quién tiene que hacerla: ¿el escritor, el gestor cultural, la sociedad de editoriales (que no hay) o, definitivamente, gobierno? Primero, habría que preguntarnos eso. Mira, yo he trabajado en muchas partes (en la parte privada, pública, por todas partes), y es un tema interesante los apoyos. Si hablamos específicamente del sector público, un problema muy grande es la falta de continuidad, porque ha habido muchos acercamientos, pero de pronto, el cambio de administración no le da continuidad o no lo termina de levantar. Esto sucede tanto en el gobierno como en el sector educativo, donde van cambiando las federaciones, los directores, los gobiernos y de pronto ya hay una gente con el equipo nuevo y la gente está feliz porque son muy buenos. Aquí yo creo que más bien habría que hacer una lista de qué necesidades hay y ver quién se avienta a hacerlas. O la otra es definitivamente decir a quién le corresponde hacerlas, para revisar qué es lo que está haciendo para cumplir. Y seguramente a ti te ha pasado, que te reúnes con amigos y dices “hay que hacer este proyecto y podemos hacer esto”, y así hay una infinidad de cosas que “tuviéramos” que hacer.

Y desde el nicho particular de los editores, ¿qué se podría mejorar?

Creo que es algo en lo que no he pensado, pero creo que lo estamos haciendo bien, pues el simple hecho de seguir en este oficio, que es muy difícil, ya es ganancia. Creo que como editores, lo que pudiéramos hacer o mejorar, es que… no lo sé… Fíjate que no lo he pensado todavía. Habría que reunirnos con los editores y con una cerveza seguramente va a salir (Risas).

Ahora bien, fíjate que a principios del siglo XXI había un panorama muy complicado y hasta ambivalente del mundo de la edición de cara al nuevo milenio. En el caso de la concepción pesimista, el gran editor Jason Epstein (1928-2022), exdirector de Random House en Estados Unidos, decía que la edición de libros se había desviado de su naturaleza y había adoptado una versión de negocio como cualquier otro. A diferencia de esta postura, otro titán como André Schiffrin (1935-2013), el fundador y director de The New Press, no se resignó y consideró más optimistamente que había que poner las editoriales independientes a funcionar con patronatos de carácter no lucrativo o con fundaciones que pudieran estar sosteniendo proyectos sociales para atender los cambios de época. Este es el contexto, evidentemente simplificado, de hace dos décadas. En términos regionales, Jorge, ¿qué retos tendrán los editores del futuro próximo?

No me gustaría caer en un engaño, ¿sabes? Pues, lo que en otro lado funciona, aquí en México funciona de manera diferente. Pero, por lo poco que sé, lo más amplio que yo me atrevería a hablar, sería en términos regionales. El reto como editoriales es cómo gestionaremos, o conseguir el recurso económico para seguir haciendo nuestro trabajo, que es producir libros para llegar a la sociedad. Si eso implica que tenemos que estar en un modelo de negocio económico, tenemos que hacerlo; si eso implica que tenemos que estar en un modelo de apoyo o asistencia gubernamental, tendremos que hacerlo y hay que buscar la manera, pero definitivamente producir un libro cuesta. Creo que más bien la pregunta es cómo vamos a hacer para cubrir este costo. Porque lo que hacemos nosotros es hacer libros: ¿este recurso me lo va a dar gobierno, me lo va a dar una fundación o lo voy a conseguir yo a partir de ventas? Para mí el reto es cómo conseguir el financiamiento. Y si esto lo bajo específicamente a las editoriales queretanas, pues por eso cada una trabaja de la manera en que trabaja; hay quien decide no tener apoyo gubernamental, hay quienes solo tienen apoyo departamental. El reto para mí es que las editoriales de Querétaro busquen estrategias económicas para seguir haciendo lo que hacen y sabemos hacer, que son libros.

Definitivamente es un gran tema. Ahora me gustaría proponerte para cerrar un juego de asociación libre. La idea es que te daré distintas palabras y tú me respondas con la primera que se te venga a la mente.

Libro: Cuadrado.

Imprenta: Color.

Vida: Hoja.

UAQ: Educación.

Tipografía: Cuadritos.

Revista: Reto.

Arte: Expresión.

Literatura: Divertimento.

Presente: Actualidad.

Muchas gracias.

Foto: Jorge Rodríguez Olvera. Cortesía del editor.

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